31 de mayo: nada que celebrar

Hoy la clase política autonómica celebra el “día de la región”. Espero sepan disculpar que lo escriba en minúscula, pero no puede ser de otra manera. En un día como hoy conviene recordar (y refrescar) a nuestra gente lo que realmente significa un día como este para la clase política de esta autonomía, y lo que representó para nuestra gente y para nosotros mismos.

Mapa de Castilla la Nueva en 1785, por Tomás López

En primer lugar, cabe decir que Castilla-La Mancha no es una región. No lo es ni geográfica, ni cultural, ni históricamente.

No lo es geográficamente pues el ámbito geográfico en que vivimos es la submeseta sur, que engloba el valle del Tajo y por supuesto a Madrid. Dicha región geográfica vendría a ser lo que fue Castilla la Nueva, incluyendo a Albacete.

Dessins français de Castille Nouvelle – Aguador de Madrid (siglo XIX)
No lo es culturalmente no por falta de homogeneidad entre los rasgos culturales de nuestras provincias, sino por existencia de la misma cultura regional en autonomías vecinas como Madrid o Castilla y León. Quiere esto decir que un trozo de una cultura como es la castellana, con una fuerte personalidad a nivel etnográfico, artístico, gastronómico, etc, no es ni puede ser troceable. Una región cultural dentro de España es Castilla; pero no Castilla-La Mancha, que no ocupa sino una porción del territorio de Castilla y cuando no se arroga parcialmente la cultura castellana cambiándole el nombre hace lo posible por intentar destruirla.

No lo es históricamente, pues de todos es sabido que este invento administrativo nació en 1982 y no se corresponde con la anterior región de Castilla (esto es, Castilla la Vieja y Castilla la Nueva) existente desde la Reconquista hasta 1833 en forma de reinos, y en forma de regiones constitucionales hasta 1982.

Así las cosas, conviene poner negro sobre blanco la realidad de lo que algunos celebran hoy. Y para ello conviene saber cómo nació, en un proceso que fue de todo menos democrático. A la clase política de esta tierra convendría recordarle las amenazas vertidas aquellos años a los pueblos que no votaran a favor de la autonomía, a quienes se les llegó a decir que no se les instalaría el agua corriente ni el saneamiento si no votaban a favor. En este sentido me permito citar una pequeña encuesta realizada en Guadalajara en aquellos años por el memorable Flores y Abejas, donde la respuesta a la última pregunta por gente de la calle revela la sensibilidad social y el deseo generalizado de que Castilla se mantuviera unida en el nuevo orden autonómico:

Encuesta en Flores y Abejas (19-11-1980)

En este sentido es interesante ver el siguiente extracto de un documental emitido en televisión sobre el proceso autonómico, especialmente referido a Castilla. Son curiosas frases como la del minuto 02:25: «Desde el coche de megafonía se impartirán las consignas que debe gritar el pueblo» y las opiniones de ciudadanos de a pie que siguen. Está claro que por entonces nadie sabía lo que era una autonomía y en muchos casos se manipuló el amor bienintencionado e ingenuo de los castellanos hacia su tierra para trocarlo en apoyo al proceso que la troceó.


El proceso autonómico en Castilla fue un despropósito de principio a fin, una componenda de despacho decidida por las élites políticas sin tener en cuenta la opinión de la ciudadanía. En este sentido debe concluirse que, haciendo un símil ganadero, lo que hoy celebran los terneros no es sino la existencia del pesebre; esto es, la existencia de sus puestos de trabajo y sus sueldos públicos a costa de una división administrativa injusta, desleal y tremendamente perniciosa para el pueblo castellano.

¿Y qué celebran algunos habitantes poco informados de esta meseta castellana? Nadie lo sabe. En lo que toca a quien esto escribe, desde estas líneas animo a los lectores a hacer una introspectiva y buscar su identidad. Todos somos españoles y europeos, pero también hay una dimensión regional de la identidad del ser humano, un ámbito o entorno en el que nos sentimos especialmente unidos a la gente que tenemos próxima por lazos etnográficos, culturales e históricos especialmente fuertes. Esa dimensión o realidad regional está representada por personajes como Alfonso VIII, Isabel la Católica, Pedro Berruguete, Juan Bravo, Miguel de Cervantes, Santa Teresa de Jesús, Antonio Buero Vallejo o referencias etnográficas como la dulzaina, las tradiciones de nuestros pueblos o el lechazo. Referencias sencillas, pero que unidas a la geografía y a la tradición histórica en que hemos nacido configuran nuestra cosmovisión del mundo. Somos, en definitiva, castellanos: sin sufijos ni apelativos autonómicos.

Por ello, un 31 de mayo lo más importante que podemos celebrar es que, tres décadas después, la élite política que nos traicionó en la Transición dividiendo Castilla en múltiples autonomías no ha conseguido borrarnos la identidad.

José Manuel Sanz
Secretario General