Quizá muchos castellanistas os sintáis solos e incomprendidos en medio de una masa que os da la espalda. La Democracia es así, pero es un simple sistema de representación y no significa que las mayorías tengan la razón. Es más, como hemos podido comprobar en nuestro país, con frecuencia se equivocan. En ese sentido Julio Anguita siempre ha sido el azote de los electores, a los que jamás ha adulado. Todo lo contrario. Les ha criticado su irresponsabilidad a la hora de votar siempre lo menos malo.
Muchos quizá os sintáis solos en esta lucha por nuestra tierra. La mayoría en muchos momentos sentimos esa soledad. Quizá la misma soledad que sintió Fernán González viéndose acosado por leoneses, navarros y moros. Quizá la misma soledad de El Cid en su destierro. La de Isabel, nuestra reina, secuestrada en Segovia. O quizá la de Padilla en Torrelobatón en medio de deserciones y con los imperiales pisándole los talones. Ninguno de ellos dio la espalda a Castilla y supo cumplir con su deber.
No somos castellanistas por imitar a otros. Somos herederos de una tierra fraguada con el esfuerzo, el sudor y la sangre de nuestros antepasados. Ciudadanos humildes y austeros que sabían ser leales con sus reyes, pero primero defensores de su tierra. Ciudadanos de Villa, siempre dispuestos a morir por su señor, pero por encima de todo leales a las leyes de sus paisanos y de los que les precedieron. Así eran los castellanos de antaño y ese es el ejemplo a seguir.
Podemos ser 4 en medio de millones, pero siempre es una minoría quien marca la diferencia. Las masas no hacen las revoluciones, las hacen minorías al frente de ellas. Cristo empezó con 12 y cuando salieron de la oscuridad de las catacumbas eran miles. Igual que Mahoma huyendo de la Meca y volviendo en honor de multitudes años después. La Historia tiene muchos más ejemplos donde las minorías terminan por triunfar. Una de las virtudes del Paganismo era la Perseverancia. Los nuestros no se rendían. Los numantinos por ejemplo, preferían morir antes que arrodillarse ante el invasor.
Lo fácil es dejarlo todo. Tirar la espada y dedicarse a dejar pasar los días con mejor o peor suerte. Cada uno hace su destino. Pero pregúntate, cuando abandones la lucha por tu tierra, que sentido le habrás dado a tu vida. Quizá llegado el momento de reunirte con el Supremo Hacedor y en presencia de los que te precedieron, sientas que has pasado por este mundo sin influir en él y sin dejar un solo eco en la eternidad. En un par de generaciones tu nombre se habrá olvidado. O puede que ya te hayas disuelto tanto en la abulia de la mayoría, que ni si quiera te preguntes nada porque simplemente ya no seas nada.
Causas legítimas hay muchas. Causas le
¡Viva Castilla Libre!