La boina castellana

Hoy toca hablar sobre una prenda muy nuestra: la boina castellana. Decir que es muy nuestra es una forma de significar que la boina que se ha llevado y se lleva en esta tierra tiene varias diferencias respecto a las prendas de sombrerería típicas de otras regiones españolas. La boina es una, pero a su vez son muchas.

Breve historia de la boina

Boina castellana
El origen de la boina se desconoce, aunque en Europa empieza a aparecer en algunas miniaturas medievales que representan escenas de la Edad Media. En el códice Speculum Virginum (S. XII) que se conserva en el Rheinisches landes Museum de Bonn se ve la figura de un campesino provisto de una pala y tocado con una boina similar a las actuales. En Hispania, en las Cantigas de Alfonso X el Sabio (S. XIII) se observan algunas miniaturas de hombres con boinas, y en una de ellas se detalla incluso el rabillo, en un estilo casi idéntico al actual. En el Hospital del Rey (Burgos), las esculturas que adornan las puertas (hechas en el siglo XVI) representan a unos caminantes con boinas y con la concha de peregrinos. Fuente: Boinas Elósegui

Frente y perfil de un exvoto de la cultura ibera con boina
Con el paso de los siglos, la boina amplió su uso y puede decirse que estaba masivamente extendida entre el campesinado castellano a comienzos del siglo XIX, época en la que prácticamente todo labrador/pastor de esta tierra portaba una para guardar su cabeza del frío en invierno y mitigar el sol en verano.

Las regiones pioneras en el uso de esta prenda fueron Vascongadas, Navarra y Castilla, desde donde se extendió su uso al medio rural de buena parte de la Península. En la expansión de este fenómeno hay que tener en cuenta la importancia del movimiento carlista en el siglo XIX y las tres guerras que alentaron durante esa centuria, donde entre otras cosas convirtieron a la boina (en ese caso roja y no negra) en una enseña del conservadurismo hispánico más genuino, donde la boina era concebida como símbolo de la tradición y oposición al liberalismo. Sin embargo, la caballería castellana del ejército carlista se caracterizó por llevar la boina azul, y no roja.

Escuadrón de los Húsares de Ontoria, caballería castellana del ejército carlista, con boina azul

Tras el fin de las guerras carlistas y a partir de 1900, probablemente por influencia parisina (donde ya se había popularizado 20 años atrás) la boina en España saltó la barrera del mundo rural y se extendió también por el ámbito urbano de la mano de los artistas bohemios más irreverentes de su época así como de algunos escritores, pasando a ser un icono de las artes y símbolo del buen gusto y “lo alternativo” frente al inmovilismo político y social de la España del momento. Durante la II República varias personalidades políticas hicieron uso de esta costumbre tan nuestra dejándose ver en público con boina, de uno u otro estilo.

Milicianos de la República durante la Guerra Civil, ataviados con boina castellana

El advenimiento del régimen franquista en 1939 conllevó la clausura de la cultura española previa a su llegada, lo que desterró a la boina de los ámbitos urbanos bohemios (por el simple hecho de que esos ámbitos dejaron de existir), pasando a quedar como una prenda reducida al mundo rural, pero masivamente empleada en él por todo el campesinado vasco, leonés, navarro, castellano, extremeño y buena parte del andaluz. La boina se convirtió durante esos años en símbolo del labrantío, del sector primario en su versión más artesanal, lo que vino aldabonado por la gran emigración castellana de la década de 1960 que llevó a miles de personas del campo a la ciudad, donde su boina se veía como un símbolo del campesino.

El gran escritor castellano y vallisoletano Miguel Delibes, con boina al uso

Con la llegada de la Transición y la búsqueda del voto desesperadamente en todo el ámbito rural por parte de los nuevos partidos políticos (recuérdese la novela de Delibes “El disputado voto del señor Cayo”) los agentes o propagandistas de nuevo cuño encontraron en el campo castellano un muro de hormigón psicológicamente hablando: el de un pueblo rural que vivía miserablemente y que al que no interesaban en absoluto los debates políticos de despacho de capital de provincia. Un pueblo que vivía sin los servicios más modernos y que en su gran mayoría no se dejaba persuadir (o engañar, más propiamente) por los nuevos propagandistas democráticos (tal vez sea porque en su mayor parte eran los mismos del régimen anterior con la camisa cambiada). En ese momento desde las élites de los partidos políticos dieron carta blanca a la “leyenda negra” (tejida en las postrimerías del Régimen anterior y aumentada por el cine español de entonces) en torno al intransigencia de los pueblos castellanos (a lo que se calificó de atraso), personificado en la figura del paleto rural. La boina quedaría asociada desde ese momento a ese mismo concepto, el atraso.

La revolución agraria de la década de 1980 (con la sustitución del trabajo manual en el campo por la maquinaria agrícola) y la introducción en el medio rural de elementos de producción en serie popularizó el abandono progresivo de la boina (de elaboración cara y que solo se vendía en las ciudades, donde los campesinos tenían que ir a comprarla) y su sustitución por la gorra promocional de plástico que por aquellas fechas empezaron a regalar cooperativas y productoras de abonos y maquinaria agrícola a los campesinos. Es evidente que la gorra de plástico, sin hacer el mismo servicio estético que la boina, al ser gratis le ganó terreno muy rápidamente a la prenda clásica castellana, por lo que hoy su uso en Castilla se encuentra principalmente en zonas rurales y urbanas en personas de avanzada edad que en su día no quisieron usar gorra y prefirieron seguir con su boina de toda la vida.

Campesinos manchegos ataviados con boina castellana (2ª mitad del siglo XX). Fuente: Ayuntamiento de Campo de Criptana

Con los albores del año 2000 y más recientemente se han lanzado diversas campañas por las grandes firmas para reimplantar el uso de boinas de pelo estilo parisino, teniendo éxito entre las jóvenes al comercializarse por todas las grandes firmas de moda. Sin embargo la boina de toda la vida, la clásica prenda regional castellana, todavía espera su momento para reconquistar de nuevo al gran público (es sabido que las modas son cíclicas) aunque recientemente se puede apreciar un crecimiento muy lento pero de tendencia ascendente en el uso de esta clásica prenda en la mayor parte de Castilla.

La boina castellana y otras versiones regionales

La boina castellana se enmarca dentro de las prendas para cubrir la cabeza de uso eminentemente popular y rural en su origen, que tienen sus variantes en casi todas las regiones españolas.

La boina castellana puede diferenciarse fácilmente de sus parientes vasca y navarra; de la primera por las dimensiones: mientras la boina castellana tiene muy poco vuelo, la chapela vasca es un gran alero en sí mismo; de la segunda por las dimensiones y el color, ya que la boina castellana tiene poco vuelo y es negra, mientras que la navarra tiene más vuelo y suele ser roja, clara influencia del fuerte arraigo carlista en el Reino de Navarra.

Finalmente, como apunte, la boina castellana está extendida por gran parte de la España interior (estando presente en todo el medio rural de Castilla, Extremadura y León, así como en gran parte de Aragón).

Sombreros regionales. Fuente: Elaboración propia