Será en 1964 cuando por iniciativa de Don Luis Cepedano, por entonces alcalde de la localidad pedroteña, reuniría una comisión para impulsar esta tradición y sobre todo la música folklórica manchega. En los primeros años se celebraba un concurso de folklore a nivel local, en el que participaban las rondallas acompañadas de carrozas adornadas con motivos alusivos a la fiesta. En las cinco primeras ediciones se celebró el 30 de abril, pero después la fiesta se trasladó al 1 de mayo. También es durante los primeros años cuando la Plaza de España era el escenario de las celebraciones, hasta que en 1966 la fiesta es declarada de carácter regional y traslada su celebración a la Plaza de Toros.
Como curiosidades podemos destacar los años 1969 y 1988. El primero por ser el único año en que la fiesta no se llegó a celebrar, por coincidir ésta con la salida y entrada de nuevo alcalde. El 1988 en cambio, fue una celebración especial al coincidir con el veinticinco aniversario, las “Bodas de Plata de los Mayos Pedroteños”, en la que se reunieron todas las mujeres que hasta ese momento habían ostentado el título de Mayeras.
Las Mayeras
Ser elegida mayera es uno de los mayores honores para la mujer pedroteña, ya que encarnan los valores y la belleza de la mujer manchega. Su protagonismo no se limita a los días en los que se celebran los Mayos, cuando centran la atención de los presentes durante la imposición de bandas, los desfiles y la ofrenda floral que hacen a Ntra. Sra. de los Ángeles; sino que son seguidas con mucha admiración durante todo el año al estar presentes en todas las demás fiestas locales, en las Romerías y sobretodo en la Feria.
Vestimenta tradicional
Los vistosos colores de los trajes regionales manchegos que llevan los mozos y mozas son unos de los grandes protagonistas de los Mayos. La vestimenta tradicional de Pedro Muñoz es la que utilizan la reina y las damas de honor de este certamen. La falda es a rayas verticales de diversos colores, entre los que predominan el rojo, el amarillo y el negro, rematada en la parte inferior con una cinta ancha de color negro. También puede ser de un solo color, como rojo, amarillo o gris, en tonos vivos y un bordado circular desde abajo hasta la mitad de la falda. La blusa es un corpiño de manga larga, ajustado a la cintura y adornado con puntillas blancas y negras, una sobre otra. El escote es redondo y ajustado al cuello (sin oprimir) y prologándose puntillas hasta abajo, parte de donde monte. Va abrochada delante con automáticos. Suele ser de brocado.
El peinado tradicional es un moño de laza o “zorongo” hecho por soguillas finas de pelo, unidas entre sí, rematándolo un lazo de tela negra sujeto al centro del moño y, cuyos extremos van bordados en color blanco con dibujo calado. Sobre las sienes se forman dos rodetes con el propio pelo y rellenos. Se adornan con cuatro horquillas grandes que los atraviesan, estas horquillas deben ser doradas o plateadas.
Los complementos serán pendientes dorados y colgantes. También se pondrán un delantal negro ribeteado de puntillas. Sobre los hombros una pañoleta a pico, llegando el pico central hasta la cintura y los otros dos por delante sujetados al delantal sin juntarse. También un pañuelo de lana en colores con flecos y una greca ancha alrededor dejando una franja libre. Las medias serán altas, de color blanco y de punto calado. Junto a éstas llevarán una enagua de tela blanca y adornada, en la parte inferior, con pasacintas, almidonándola para que la falda, que puede ser de tablas o pliegues, resulte más airosa. También llevan “pololos” o pantalones de la misma tela que la enagua, adornada igualmente con pasacintas y ajustada por encima de la rodilla. Por último, al cuello, cinta negra de terciopelo ajustada a la garganta con medalla dorada u otro adorno colgante.