Testimonio de la presencia de la dulzaina en un pueblo de la Transierra de Ávila

Por Jorge Martín
Introducción de José Ignacio Martínez

Al echar un vistazo al programa de fiestas de este mes de julio de 2018 en San Esteban del Valle en honor a San Pedro Bautista, protomártir del Japón, nos llamó la atención un artículo sobre la presencia en este pueblo del instrumento tradicional más representativo de Castilla: la dulzaina, así como de sus vicisitudes a lo largo de casi un siglo, resultando evidente que sin este instrumento las fiestas no serían las mismas y que por lo tanto es un elemento querido por los lugareños y necesario para la manifestación de sus costumbres. Creemos que esta historia local de la dulzaina podría ser perfectamente extrapolable a cualquier otro pueblo de esta bella comarca o de toda la provincia de Ávila, entre otros motivos por la intervención de  grupos de dulzaineros a buen seguro conocidos por muchos, algunos de ellos míticos. Es por ello por lo que, con el permiso del autor del artículo y del fotógrafo que detenta los derechos de las fotografías antiguas añadidas, nos hemos animado a publicarlo en nuestra página web.

Hay muchos temas relacionados con nuestras fiestas que están por escribir, pero en mi primera incursión en el programa de fiestas promovido por el Exmo. Ayuntamiento de San Esteban del Valle, quiero dedicar este espacio a un instrumento musical imprescindible en el folclore nacional —y, singularmente en el castellano—, que en los últimos años ha venido adquiriendo una presencia cada vez más notoria en las fiestas en honor a San Pedro Bautista: la DULZAINA.

Los antecedentes más remotos de la dulzaina de los que tenemos constancia se sitúan en la Mesopotamia de alrededor del año 3000 a. C., donde existía una amplia diversidad de instrumentos muy similares. No obstante, el precursor más inmediato de la dulzaina documentado en Castilla aparece en el Libro de Alexandre (siglo XIII) con el nombre de «albogue». Posteriormente lo hace en el Libro de buen amor del Arcipreste de Hita, y en el célebre Quijote de Miguel de Cervantes, culmen y gloria de nuestra literatura patria, ya propiamente con el nombre de «dulzaina».

En esto de las campanas anda muy impropio Maese Pedro, porque entre moros no se usan campanas, sino atabales, y un género de dulzainas que parecen nuestras chirimías.

El Quijote, Miguel de Cervantes

Ejemplos de dulzaina castellana actual. Cortesía de Guillermo Calvo Espada.
Ejemplos de dulzaina castellana actual. Cortesía de Guillermo Calvo Espada.

Hasta el siglo XVIII, cuando este instrumento de madera formará ya parte indiscutible del folclore español, coexisten los términos dulzaina, chirimía y albogue, de modo que, en el Diccionario de Autoridades de 1726, se define la dulzaina como “…trompetilla, úsase en las fiestas principales para bailar. Usaron mucho los moros deste género de instrumento”. Actualmente la dulzaina, si bien así denominada y extendida por la mayor parte de su territorio, se conoce en Castilla con diferentes nombres: así «pito» en el norte de Palencia, «gaita» en Soria, Burgos, Segovia y Madrid, «gaitilla» en Ávila y Toledo, «gaita» o «pita» en Guadalajara y Cuenca. En Albacete se toca una variación local, la «pita de Albacete», sin llaves, cono con borde metálico y afinada en Sol. En Ciudad Real prácticamente no se toca y en Santander se toca un clarinete popular afinado en Mi bemol llamado «requinto», aunque en Campoo sí se toca la dulzaina, también llamada «pito» por aquellas tierras. Valga señalar que este instrumento de lengüeta doble, perteneciente a la familia del oboe, también forma parte central de la música popular en el área de Levante, donde se denomina «dolçaina» o «xirimita», así como en el País Vasco y Aragón.

“Dolçaina” valenciana. Cortesía de Guillermo Calvo Espada.

Pocas expresiones hay más representativas de las fiestas —sean populares o religiosas— que la música. Y, por supuesto, nuestro pueblo no es en esto una excepción.

Tal es así, que nadie se imagina el Vítor dedicado a San Pedro Bautista sin caballos, sin luminarias, sin toque de campanas, sin cohetes — pero tampoco sin música, especialmente sin la de la dulzaina, el instrumento que aporta la banda sonora que completa el conjunto del Vítor.

Estanislao Sánchez Alonso, dulzainero de Mancera de Arriba (Ávila), tocando desde el balcón del Ayuntamiento (Foto revista Estampa, julio 1934). Cortesía de Constante Rodríguez Díaz.

Una de las imágenes más conocidas y reproducidas es la publicada en 1934 por la revista Estampa en la que se ve a Estanislao Sánchez Alonso (1869-1953), patriarca y fundador de tres generaciones de excelentes dulzaineros, «Los Talaos», grupo fundado en 1888. Estanislao aparece en el balcón del Ayuntamiento tocando la dulzaina acompañado al tambor y bombo por quien seguramente fuera uno de sus nietos, mientras en la plaza del pueblo el gentío baila.

Dicha foto también aparece en el libro de Justo Sánchez Díaz San Esteban del Valle. Estampas de un siglo, en la portada del CD La tercera generación editado por «Los Talaos», así como en un cuadro del salón de plenos del Ayuntamiento de San Esteban del Valle.

Durante años fueron el grupo de referencia en las fiestas de San Esteban, si bien no de forma exclusiva, en tanto que también otros dulzaineros llegados de Villatoro (como el grupo «Los Charpas» fundado en los años 30 por Modesto Martín) o de Hoyocasero (como el de tío Faustino) fueron los encargados de amenizar todos los actos de las fiestas, en cuyos repertorios no faltaban marchas, mudanzas, jotas y charradas.

Durante los años de guerra y posguerra la mayoría los grupos de dulzaina estaban integrados por miembros de una misma familia, lo que a muchos supuso una crucial fuente de ingresos adicional que permitieron paliar hasta cierto grado la situación económica deficiente de la época. En muchos casos gracias a este noble oficio pudieron salir adelante estas familias.

Baile en la plaza de San Esteban del Valle, julio de 1934. Cortesía de Constante Rodríguez Díaz.

En las décadas de los 50 a los 70 la música de dulzaina sufre una profunda crisis al ser considerada por muchos una música anticuada, frente a las cuales acaban imponiéndose las orquestas o bandas compuestas por saxofonistas, trompetistas, caja y bombo, acordeón, etc. como responsables de la música de baile más acorde a los tiempos. Esto hizo que los grupos dulzaineros supervivientes se refugiaran cada vez más en el ámbito de la música religiosa. No obstante, en el caso de San Esteban del Valle ha de reseñarse la práctica desaparición de estos grupos desde los años sesenta hasta su reaparición en los ochenta. Durante aquellos lustros, se contó en el pueblo con la presencia de grupos procedentes de Guisando, Talavera de la Reina o Ávila como los grupos «Los Olmos» o «Los Titanes», entre otros. Estos grupos presentaban ahora un repertorio más moderno, que incluía tangos, boleros, valses, fox, zambras, pasodobles, baladas para bailar «agarraos», amén de alguna jota a petición del público de mayor edad.

En 1961 se crea el grupo local «Orquesta Moderna» compuesto por Pedro Pérez, Jesús Pérez, Alfredo Hernández, Pablo Sánchez, Antonio del Olmo y Félix Gómez, —dos años después pasarán a llamarse «SHG» (Sánchez, Hernández, Gómez), más tarde se les unirían Rubén Gómez y Jesús Sánchez—, quienes durante los siguientes años fueron los encargados de amenizar las fiestas, hasta que su llamada a filas para cumplir con el servicio militar hizo que fueran reemplazados por la orquesta «Los Pícaros» de Talavera de la Reina.

En 1982 el grupo local da un giro radical en su música volviendo a apostar por la dulzaina en nuestras fiestas. En esta nueva etapa el grupo lo componen Félix Gómez, Rubén Gómez, Pablo Sánchez y Jesús Sánchez, incorporándose más adelante Félix Gómez (hijo) y Antonio Pérez («Rabe»).

Hay que agradecerles que, en los últimos años, desinteresadamente amenizan el día de los jubilados, la Cabalgata de Reyes y una tarde de toros en las fiestas de julio. ¿Quién no recuerda cómo, en los programas de fiestas de nuestro pueblo, se anunciaba que «Las fiestas estarán amenizadas por la gaitilla de la localidad»?

En febrero de 1997 en el inicio del IV Centenario del Martirio de San Pedro Bautista la gaitilla local no pudo tocar debido a un accidente laboral de uno de sus integrantes. En consecuencia, se encargó el acompañamiento musical de las fiestas a los hermanos Escorial miembros del grupo «Los Barriguillas» de Villatoro fundado en la década de los 40.

En las fiestas de julio de 1997, vuelve a tocar la dulzaina local y continuaron haciéndolo hasta su actuación final en las fiestas del invierno de 2001.

En las fiestas de julio de 2001, tras varias décadas de ausencia, vuelve a nuestro pueblo el grupo «Los Talaos» encabezado por Félix Sánchez Plaza, nieto del fundador de uno de los grupos de dulzaina con más prestigio del país, el ya mencionado Estanislao Sánchez. En esta etapa lo componían los hermanos Félix y Paco Sánchez, Carlos Sánchez, Abraham García y Fernando Llorente.

En 2004 se les encarga el acompañamiento musical de nuestra fiesta a un grupo abulense llamado «Jóvenes Dulzaineros» y no mentía el nombre, eran unos adolescentes capitaneados por el inolvidable Felipe Blázquez, padre de dos de ellos: Alberto y Rodrigo. Felipe, que era el responsable del grupo, tenía que controlar a chicos llenos juventud, me consta que gracias a su tesón les enseñó los valores de la responsabilidad, compromiso y respeto que hasta nuestros días han demostrado en nuestras fiestas.

“Jóvenes Dulzaineros” tocando en las fiestas de julio de 2009 en San Esteban del Valle. Cortesía de “Filigranas”.

Felipe era un hombre entrañable y alegre, pero, sobre todo, un amante del folclore castellano y de nuestras fiestas. En una ocasión, en el Vítor se fijó que los portadores de las antorchas tenían que protegerse con pañuelos para no quemarse según se iba consumiendo la cera. En las siguientes fiestas, Felipe regaló a la Cofradía del Santo unos soportes para las antorchas y un arca para guardarlos fabricados por él mismo.

Felipe Blázquez falleció el 9 de febrero de 2014. El destino hizo que a la misma hora de su entierro el 10 de febrero saliera el Santo de la capilla para celebrar la víspera de la Santa Cabeza, haciendo así más emotivo y duro el momento a sus compañeros que tuvieron que venir a tocar. Sea este mi pequeño homenaje a este gran músico y mejor persona.

En 2015 los «Jóvenes Dulzaineros» pasaron a llamarse «Filigranas»; el grupo lo componen actualmente Germán Alameda, Alberto Blázquez, Víctor Díaz, Víctor Manuel Blázquez y Charly Redondo. Sienten nuestras fiestas como sus fiestas, guardan de sus días de vacaciones para disfrutar de ellas como muchos de nuestros paisanos y amigos.

Afortunadamente, estamos asistiendo a una recuperación de la dulzaina, y podemos constatar el interés de muchos jóvenes por el aprendizaje de su ejecución. En esta recuperación han tenido gran importancia las Escuelas de Dulzaina, que se han ido formando en diferentes ciudades, entre ellas Ávila. Los dulzaineros están cada vez más solicitados en los pueblos cercanos.

Deseo que la dulzaina, instrumento de origen milenario, siga viva en nuestras fiestas amenizándolas musicalmente y aportando su tan característica como entrañable banda sonora, que ya forma parte de nuestras vidas.

Sólo me resta desearles unos felices días a todos los vecinos y visitantes

¡¡VIVA SAN PEDRO BAUTISTA!!
¡¡VIVA SAN ESTEBAN DEL VALLE!!