A modo de introducción indiquemos que esta Asociación, como colectivo social y cultural, no se posiciona a favor o en contra ni de la Monarquía ni de la República, ya que eso no forma parte de los fines de nuestra organización. Sin embargo nuestro colectivo fue creado para ocuparse de las cuestiones relacionadas con Castilla en todas sus facetas, por ello podría decirse que la forma de Estado que apoya esta Asociación es aquella que garantice la unidad política, cultural e institucional de Castilla y su reconocimiento como uno de los pueblos de España, con una posición definida y unívoca en el concierto de las regiones.
Por el momento ni monárquicos ni republicanos han manifestado atención alguna a Castilla ni han intentado frenar el olvido institucional de nuestro pueblo, por lo que dicho debate sobre la forma de Estado no preocupa ni interesa a esta Asociación mientras no se explique cuál es la posición que se reserva a Castilla en dichos modelos.
La noticia
El hecho objetivo es que el nuevo Rey de España, Felipe VI, ha modificado el Estandarte Real que usaba su padre. Dicha modificación son en realidad dos:
- La supresión de la Cruz de San Andrés de la época imperial y el yugo y las flechas de los Reyes Católicos.
- La sustitución del paño del Estandarte Real, cambiando el campo de azur por el campo de damasco carmesí, tradicional color de Castilla. Nos centraremos en este segundo cambio.
La tradición monárquica en la Corona de Castilla
Desde los tiempos medievales en Castilla se han dado una serie de costumbres importantes en el acceso de los reyes a la cabeza del Estado. Dichas costumbres castellanas son las siguientes:
Desde el fallecimiento del Rey existe Rey según la tradición monárquica. «El Rey ha muerto, viva el Rey», reza la fórmula tradicional. No obstante, dicho Rey debía ser aceptado por las Cortes de Castilla, no siendo tenido por Rey mientras no jurare los Fueros de Castilla. La costumbre se repetía en la mayoría de territorios hispánicos (Vasconia, Cataluña, Aragón y Valencia, fundamentalmente). En Castilla existía la frase popular siguiente:
«Sea el Rey tenido por Soberano de Castilla tras la jura de los Fueros, et si non los jurare, non sea tenido por Rey ni obedesçido por castellanos»
En Castilla al Rey, por tanto, le legitimaban dos condiciones: la primera de ellas la autoridad divina, que no se negaba pero a la que no se concedía el protagonismo que en otros reinos europeos. La segunda, y más importante, su pacto con el Pueblo, representado por el Fuero. Era la jura del Fuero lo que convertía al Príncipe en Rey, y eran los procuradores del Reino quienes aceptaban dicha jura, acto que no era baladí: el monarca se comprometía a respetar los usos, costumbres y leyes tradicionales de sus Estados, sin poder modificarlas ni suprimirlas sin el concurso de las Cortes. Algo totalmente innovador en la Europa de la época medieval. Es decir, la jura aseguraba que el Rey no pudiera actuar como un tirano, sino como el Padre del Reino, y facultaba a los procuradores y al Reino a la rebelión teórica si esto no se cumplía, algo que se dio en 1520 tras las Cortes de Santiago-La Coruña, que desembocaron en la Revolución de las Comunidades por considerar que el Rey había corrompido a los procuradores y se había producido una traición a los usos y costumbres del Reino.
En Castilla, y en los territorios de su Corona, no existía la ceremonia de coronación, sino que se daban actos de proclamación espontáneos en todas las villas y ciudades del Reino. La proclamación popular se producía de la siguiente manera: un emisario de la Cancillería Real llegaba a una población, transmitiendo la noticia de la jura del Rey, bien fuera en Cortes o en una ciudad señera (como fue el caso de Segovia con Isabel la Católica). Acto seguido el Concejo de la Villa o aldea sacaban un estandarte. Dicho estandarte en las aldeas pequeñas era el del Concejo, pues no había presupuesto para otro, mientras que en las ciudades grandes se disponía de un Estandarte Real de proclamación específico para estos casos. Tras el estandarte, que como se ha dicho podía ser el Pendón del Concejo, el Estandarte Real de proclamación o ambos, todos los funcionarios del Concejo junto a los habitantes del lugar procesionaban por el municipio voceando y proclamando literalmente al Rey, a la voz de «¡Castilla por Don Enrique!», «¡Castilla por Doña Isabel!», o el correspondiente según el nombre del monarca.
Ese acto era celebrado en todas las ciudades y villas del Reino, que reconocían así al Rey.

Las ceremonias religiosas no eran comunes en Castilla a nivel independiente, ya que en muchos casos las juras se realizaban en el Concejo donde el Rey se encontrare en ese momento, y los antiguos Concejos se reunían en el atrio de las iglesias, por lo que la ceremonia civil de la jura podía ir acompañada antes o después por un oficio religioso, normalmente un Te Deum, con lo que ambos actos (civil y religioso) se celebraban indisolublemente unidos en el mismo lugar, y tras la salida de la iglesia se proclamaba al Rey por primera vez.
Como puede apreciarse, los actos actuales que se han dado para Felipe VI distan bastante de la tradición existente en estos Reinos desde antiguo.
El Estandarte Real de proclamación
En la actualidad disponemos de varios estandartes usados para las proclamaciones por diversas poblaciones importantes en Castilla. En todos se disponía, en el paño, el damasco carmesí de Castilla, mientras que el escudo solía ser el cuartelado de la Corona de Castilla y León, con corona real abierta al timbre inicialmente, y desde la época de los Habsburgo, con corona real cerrada al timbre y el collar de la Orden del Toisón de Oro.
En algunas poblaciones singulares, como la imperial Toledo, al llevar el escudo cuartelado ya en su propio blasón, se disponía sobre el damasco carmesí el escudo de la ciudad.
Veamos varios ejemplos del tradicional Estandarte Real de proclamación en Castilla:




Importancia del cambio actual
Habiendo visto la tradición existente en Castilla durante su historia y sabiendo que el color tradicional de Castilla, rojo carmesí, es el vinculado al Estandarte Real desde tiempos inmemoriales, el cambio actual del paño en el estandarte de Felipe VI tiene un claro significado de recuperación simbólica de la tradición castellana. Sin embargo, lo que resulta lamentable es que en pleno siglo XXI, en todos los medios de información se haya silenciado sistemáticamente que se ha vuelto a disponer el paño carmesí por ser el color de Castilla, vinculado a la dignidad real, y únicamente se haya comentado el cambio en abstracto, sin enlazarlo con nuestra historia y con su verdadero significado y origen, lo que nos demuestra una vez más que en la España de hoy, Castilla, sus símbolos, su personalidad, su identidad su influencia son temas tabúes de los que no se puede hablar.
Nosotros, sin embargo, no callaremos. En el origen de este cambio se encuentra la tradición castellana, y hay que decirlo alto y claro.

Fuentes: