En este artículo reproducimos íntegramente el punto 8 de la publicación:
«El monasterio de San Millán y sus monasterios filiales. Documentación emilianense y diplomas apócrifos.»
El autor es Gonzalo Martínez Díez, donde nos habla del carácter apócrifo del conocido como «diploma de Taranco».
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8. Creación de títulos de propiedad: el caso de Taranco
La gran expansión de San Millán de la Cogolla, desde un pequeño, aunque devoto santuario, hasta un gran monasterio con centenares de cenobios e iglesias subordinados, tuvo lugar durante los reinados de García de Nájera, de Sancho de Peñalén y los dos primeros decenios de Alfonso VI.
Eran muchos y muy dispersos los cenobios que se habían incorporado al monasterio de San Millán; muchos de ellos, pequeños y desorganizados cenobios, no aportaron los títulos escritos que justificasen la propiedad de las heredades que habían aportado al patrimonio emilianense. Aquí surgió la tentación de recrear o rehacer unos títulos escritos o que no habían existido nunca o que se habían perdido.
Para este fin el monje o los monjes encargados de la redacción de esos nuevos títulos escritos crearon un primer esquema tópico o lugar común que siguieron en muchos de los falsos diplomas: se fingía un abad con otros dos compañeros repobladores que iniciaba la construcción de una iglesia a la que donaban una serie de posesiones. Como posesiones supuestamente donadas por los imaginarios repobladores se reseñaban las heredades de cualquier clase que pertenecían al monasterio anexionado a San Millán.
Como para dar mayor autoridad a esos títulos apócrifos se databa a muchos de ellos en el siglo IX; casi todos incurrían en graves anacronismos, que los editores posteriores han tratado de justificar corrigiendo las fechas de los mismos.
Entre estos diplomas apócrifos redactados a mediados del siglo XII no dudamos en incluir el documento fundacional de San Emeterio y San Celedonio de Taranco del 15 de septiembre del año 800; la amplitud de las heredades donadas es un grave indicio de su inverosimilitud.
Había que documentar todos los bienes del monasterio de Taranco y para ello se inventaron otras seis supuestas donaciones comenzando por la datada el 11 de noviembre del 807. A este diploma se le adicionaron cinco anotaciones más, cuatro de ellas sin fecha y la quinta con data del 20 de septiembre del 912 en que los tres sucesivos donantes Armentario, Iñigo y Sisnando se convierten en el siguiente diploma en donatarios; todo ello demasiado regular durante más de un siglo para no ver en ello la artificiosidad de una ficción; otro signo de inautenticidad es el supuesto testigo Bandalisco, que subscribe tres de estas ficciones, desde el año 800 al 912.
Puede argüirse que se trata de dos Bandalisco distintos; posible, aunque estamos ante un nombre de persona que sólo aparece en estos documentos. Nosotros creemos más probable que es un índice del descuido del forjador de todos ellos.
Pero no acaban aquí las falsedades documentales relativas a Taranco: el mismo título de incorporación del monasterio de San Emeterio y San Celedonio a San Millán es radicalmente falso. El mismo conde otorgante Fernando Ermenegíldez es pura invención, un personaje que nunca existió. El año 1007 el único conde existente en el área castellana y alavesa era el gran conde Sancho Garcés, sin que haya espacio para ninguna otra dignidad condal ni bajo él ni a su lado. Lo mismo cabe decir del diploma sobrecarta del anterior en que se inventa otro conde Fernando Peláez, que no tiene cabida dentro del condado castellano.
Lo único que queda como verdadero en este bloque de ocho diplomas es que las heredades en ellos reseñadas pertenecieron al monasterio de San Emeterio y San Celedonio de Taranco y que con él se incorporaron a San Millán en la segunda mitad del siglo XI.
Referencias:
MARTÍNEZ DÍEZ, Gonzalo. «El monasterio de San Millán y sus monasterios filiales. Documentación emilianense y diplomas apócrifos.» Brocar: Cuadernos de investigación histórica, ISSN 1885-8309, Nº 21, 1997, págs. 7-54.