por Asociación Socio-Cultural Castilla
En cuestiones folclóricas tendemos siempre a pensar que Castilla es una tierra homogénea (por norma general el hombre se mueve en razón a tópicos, sean éstos acertados o no), cuando precisamente Castilla es el territorio más heterogéneo de toda España, por la sola razón de estar precisamente en el centro y haber recibido influencias de todos, así como haber desarrollado fuertes variantes locales o comarcales.
Sin embargo el folclore de Castilla es algo innegable a pesar de todos sus matices y sus variantes. Abordaremos específicamente el folclore de esa maravillosa parte de Castilla que se llama Cantabria, Santander o La Montaña.
En primer lugar, una pequeña curiosidad histórica: el nombre completo tradicional de esa zona es no es La Montaña (apelativo recortado desde 1833), sino La Montaña de Castilla la Vieja. Ese fue siempre el nombre completo más empleado de la actual Cantabria, desde el medievo hasta la formación de las provincias en 1833. En la obra «Historia de los príncipes de Asturias y Cantabria» (1681), de Francisco de Sota, afirma: «Y en la Montaña de Castilla la Vieja, donde es su primitivo solar, se canta vulgarmente en coplas antiguas». En la obra «Monarquía de España» (1770) de Pedro Salazar, relata: «Instituyó y mandó el Conde Don Sancho García guardasen su persona doce vecinos de la villa de Espinosa, en la Montaña de Castilla la Vieja» (hoy en Burgos, limítrofe con Cantabria).
La música y el baile
Vayamos con lo que nos ocupa: el folclore. Cuando pensamos en folclore castellano nos viene a la mente lo más común: dulzaina y tamboril, amenizando una jota castellana. Sin embargo, esta tríada en La Montaña ha sufrido algunas variaciones a lo largo del tiempo. La dulzaina (que en Cantabria se llama vozaina) cayó en desuso en el siglo XIX, siendo sustituida por el clarinete en requinto, (que en Cantabria recibe el nombre de pitu montañés), afinado en mi bemol. El pitu montañés se ha extendido en los últimos 150 años de forma hegemónica, siendo en la actualidad el principal instrumento de viento que acompaña la música tradicional cántabra. Por tanto, en la heterogeneidad castellana (más palpable y con más variantes cuanto más nos alejamos del arco Segovia-Burgos) ya tenemos esa diferencia instrumental. Sin embargo, al igual que la dulzaina, el pitu montañés va acompañado por el tamboril. Al conjunto de ambos se le denomina «piteros».
Otra evolución o variación se produce en la danza, donde la jota castellana se denomina jota montañesa precisamente por las variaciones que allí se han desarrollado, teniendo dos formas: el baile «a lo ligero» y el baile «a lo pesau«. La jota montañesa comenzó a bailarse a finales del siglo XV y principios del siglo XVI, y se acompaña del pitu montañés y el tamboril para amenizarla.
Las fiestas
Aparte de estas dos cuestiones (la sustitución de la dulzaina o vozaina por el pitu montañés y la variante de la jota montañesa), en reglas generales el folclore cántabro presenta bastantes similitudes con el resto de Castilla. Estas fiestas están asociadas en muchos casos a los albores del medievo y la tradición pagana, algunas de ellas cristianizadas. Una de las más populares es La Vijanera.
Esta fiesta tradicional es una mascarada de invierno, celebrada anualmente en el municipio de Silió (Ayuntamiento de Molledo). Participan muchos personajes disfrazados, destacando la figura del zarramaco (zorromocu), personas vestidas con pieles de oveja y sombreros puntiagudos que ahuyentan los malos espíritus. Casualmente estos personajes cántabros no son exclusivos de allí, sino que se trata de los zamarrones o botargas presentes en muchos lugares de España. Procedentes de la tradición pagana, representan una mezcla entre el bien y el mal y suelen portar cuernos, cencerros, máscaras y cachiporras.
Las botargas siguen vivas en algunos lugares de Segovia, Valladolid y Burgos, pero es sobre todo en Guadalajara donde se han recuperado muchas, pudiendo decir que actualmente esta tradición goza de muy buena salud en la provincia alcarreña.
Otra celebración característica del folclore cántabro es la Fiesta de la Maya, presente en muchos lugares de Castilla, Aragón, Vascongadas, Navarra, etc.
En definitiva: el folclore montañés tiene una especificidad importante porque supone una riqueza adiccional al conjunto del folclore castellano, pero es innegable que el desarrollo de esas particularidas es bastante tardío (en el caso de la jota montañesa el siglo XVI, y en el de la adopción del pitu montañés el siglo XIX), debido al desplazamiento del centro geo-político peninsular a la Meseta durante la era moderna y el consiguiente aislamiento paulatino de Cantabria, lo que favoreció el desarrollo de variantes locales propias.
Sin embargo, el cuerpo del folclore cántabro sigue siendo el romancero castellano. Como afirmaba José del Río Sainz, poeta cántabro de principios de siglo: «La provincia de Santander es la salida al mar de la tierra castellana, un portillo abierto entre dos regiones tan acusadas como Asturias y Vascongadas. Santander es el único trozo de costa netamente castellano de todo el litoral. Pero esta tendencia nuestra a la Mancomunidad de Castilla no supone ni puede suponer que nuestra personalidad regional pueda ser absorbida. Santander con vida regional en sí misma pero dentro de la gran familia castellana. Todo lo que no fuera esto nos tendrá, desde luego, enfrente.»
Ésa y no otra es por tanto la posición de la Asociación Socio-Cultural Castilla: el respeto profundo a la singularidad montañesa y el afecto profundo a toda Cantabria. Nuestro compromiso es claro: Cantabria sí, pero Cantabria en Castilla. Con la promoción de sus particularidades (que nos enriquecen a todos), pero con la unidad de sabernos un mismo pueblo que camina unido hacia su futuro.