La formación de Extremadura

por José Manuel Sanz

En este caso voy a hablar de la Extremadura occidental castellana. Hago todas estas precisiones en el concepto, porque «extremadura» era un vocablo medieval que significó siempre «frontera», y etimológicamente sus raíces son «Extrema Douro», esto es, los extremos del Duero. Así, toda la tierra al sur del padre Duero era frontera con el Islam y se llamó la Extremadura. Este concepto fue variando, la primera extremadura fue la zona comprendida entre el Duero y el Sistema Central, con el lema del escudo heráldico de Soria, que reza «Soria pura, cabeza de Extremadura». Este concepto se movió con el avance posterior a la llamada Transierra de Castilla (zonas «allende sierra», esto es, Guadalajara y Madrid), y más tarde encontramos de nuevo el concepto de extremadura en La Mancha y Alcaraz, recordando el lema del escudo heráldico de esta villa: «Clavis Hispaniae et Caput totius Extrematuriae», que quiere decir Alcaraz «llave de España y cabeza de toda la Extremadura».

Murallas de Plasencia
Ya que hemos clarificado el concepto «Extremadura» (frontera), diremos que había en el medievo dos extremaduras: la extremadura castellana y la extremadura leonesa; esto es, las fronteras de los Reinos de León y Castilla con el Islam, respectivamente.

Nos ocuparemos en esta entrada, por tanto, de la Extremadura occidental castellana, esto es, el oriente de las actuales provincias de Cáceres y Badajoz.

La historia de esta parte de la actual autonomía de Extremadura comienza en 1180, cuando el Rey Alfonso VIII de Castilla constituye la Comunidad de Villa y Tierra de Béjar. Haremos por tanto una breve cronología de estas tierras:
 
En 1185, Alfonso VIII conquista los pasos del Tajo a la altura de Albalat y Monfragüe. Eso supone un hecho político trascendental: el castellano consigue colocar definitivamente la frontera con el Reino de León en la Vía de la Plata. 
 
Panorámica de Trujillo
 
Es en 1186 cuando el monarca soriano funda la villa de Plasencia como último lugar de su Reino, frontero con el de León.

La situación se mantiene en estos términos hasta 1195, cuando Castilla sufre la tremenda derrota de Alarcos frente a los almohades, y al año siguiente las aceifas musulmanas toman Trujillo y arrasan Plasencia, ya que esta última no había terminado de fortificarse. Desde ahí, el grueso del ejército almohade se dirigió a Talavera, desde donde atacaron Madrid, Alcalá de Henares, Uclés, Cuenca y Huete. La obra de Alfonso VIII de Castilla, el esfuerzo de toda su vida para desplazar la frontera del Tajo a Sierra Morena se venía abajo. Alfonso se apresuró a firmar la paz con los almohades, que duró hasta 1210. Inmediatamente se puso el castellano a preparar la que había de ser la mayor ofensiva cristiana de la Reconquista, que desbarataría el poder musulmán en España, hiriéndolo de muerte y consolidando por fin y de forma irreversible la frontera de Sierra Morena, asegurando para Castilla la Extremadura occidental y La Mancha a salvo de los ataques moros.

Conquista y repoblación de Extremadura. Fuente: Bernal Estévez, A. ‘Poblamiento, transformación y organización social del espacio extremeño (siglos XIII al XV)’, 1999.

En 1209 Alfonso VIII constituye la Comunidad de Villa y Tierra de Béjar, que comprenderá los municipios cacereños de La Garganta, Baños de Montemayor y Hervás. A partir de este momento se consolida la posición de Castilla en la sierra.

Una vez que la frontera se estabilizó, la organización de la Extremadura occidental castellana quedó formada por las Comunidades de Plasencia, Trujillo y Medellín, que junto a la encomienda de la Orden de Alcántara en Castilla (Castuera y Villanueva de la Serena) y La Puebla de Alcocer (repoblada por el Concejo de Toledo), configuró los territorios de dominio castellano en Extremadura. Al oeste de ellos, encontramos las tierras leonesas del Concejo de Cáceres y la llamada «Provincia de León» de la Orden de Santiago, formada por todo el arco Azuaga-Berlanga-Hornachos-Mérida-Montánchez. Esta Orden Militar tenía dos territorios principales: la referida «Provincia de León» (extremadura leonesa) y la llamada «Provincia de Castilla» (la extremadura castellana, en La Mancha central con la encomienda de Uclés).

Plaza Mayor de Medellín
En esta situación, con las típicas pugnas nobiliarias de señores que caracterizan todo el periodo medieval (y que excluimos de este estudio por su falta de interés) se llega al siglo XVI, en plena época de los Austrias.
 
Es en 1526 cuando encontramos a Francisco Pizarro, nacido en Trujillo, en la isla del Gallo (costa oeste de Hispanoamérica), con sus hombres exhaustos y hartos de tanta expedición sin resultado. El cuerpo había salido de Panamá dos años antes y se encontraba al límite de sus fuerzas, sin haber hallado ni una sola pieza de oro ni a los famosos incas.
 
Es aquí cuando Pizarro, viendo la deserción en las caras de sus hombres, desenvaina la espada y traza una línea en la tierra, diciendo: «Por este lado se va a Panamá a ser pobres, por este otro al Perú a ser ricos; escoja el que fuere buen castellano lo que más bien le estuviere«. Un silencio de muerte rubricó las palabras del héroe, pero pasados los primeros instantes de la duda se sintió crujir la arena húmeda bajo las alpargatas de los valientes, que en número de trece, pasaron la raya. Este episodio se conoce como los «Trece de la Fama». Tal vez pudiera sorprendernos hasta hace poco que un extremeño diga aquello de «escoja el que fuere buen castellano…», pero tras la lectura de este estudio le encontramos pleno sentido, porque Trujillo estaba en el Reino de Castilla.
 
 
En el siglo siguiente la situación cambió, y aquí finaliza el periplo del oriente extremeño en Castilla. En 1653 se forma una alianza entre las ciudades castellanas de Plasencia y Trujillo y las leonesas de Cáceres, Badajoz, Mérida y Alcántara, que deciden voluntaria y conjuntamente comprar el voto en Cortes y crear una circunscripción propia, que se llamará Extremadura. La operación se efectúa ese mismo año, y la circunscripción de Extremadura es segregada de los Reinos de León y Castilla respectivamente, por el módico precio de 80.000 ducados, que Felipe IV necesitaba apremiantemente para la guerra con Francia y Portugal. Es pues en este momento cuando surge Extremadura como entidad política, de forma voluntaria y hemos de entender que por deseo de los extremeños, ya que sus concejos les representaban.

Sin embargo esta circunscripción no incluía la zona limítrofe de la Tierra de Talavera, ni la de Béjar y Ávila, que quedaron en el Reino de Castilla hasta que en 1833, con la nueva división provincial promulgada por el Ministro de Fomento, Javier de Burgos, la región de Extremadura se anexionaba por decreto las zonas limítrofes pertenecientes hasta entonces a Talavera (Guadalupe, Alía y la comarca de Los Ibores), Ávila (El Gordo y Berrocalejo) y Béjar (Hervás, La Garganta y Baños de Montemayor). Quedaba así la región de Extremadura como hoy la conocemos.

 
Es, por tanto Extremadura, una región donde su parte oriental tiene pasado y cultura castellana, pero que no puede ser considerada a priori como parte integrante de Castilla, primero porque no lo es en su totalidad (siendo a partes similares sendas porciones de León y Castilla, unidas desde 1653) además de llevar separada nada menos que casi 400 años del tronco castellano.

Y aquí finaliza nuestra historia.