por José Manuel Sanz
En este caso voy a hablar de la Extremadura occidental castellana. Hago todas estas precisiones en el concepto, porque «extremadura» era un vocablo medieval que significó siempre «frontera», y etimológicamente sus raíces son «Extrema Douro», esto es, los extremos del Duero. Así, toda la tierra al sur del padre Duero era frontera con el Islam y se llamó la Extremadura. Este concepto fue variando, la primera extremadura fue la zona comprendida entre el Duero y el Sistema Central, con el lema del escudo heráldico de Soria, que reza «Soria pura, cabeza de Extremadura». Este concepto se movió con el avance posterior a la llamada Transierra de Castilla (zonas «allende sierra», esto es, Guadalajara y Madrid), y más tarde encontramos de nuevo el concepto de extremadura en La Mancha y Alcaraz, recordando el lema del escudo heráldico de esta villa: «Clavis Hispaniae et Caput totius Extrematuriae», que quiere decir Alcaraz «llave de España y cabeza de toda la Extremadura».
Nos ocuparemos en esta entrada, por tanto, de la Extremadura occidental castellana, esto es, el oriente de las actuales provincias de Cáceres y Badajoz.
La situación se mantiene en estos términos hasta 1195, cuando Castilla sufre la tremenda derrota de Alarcos frente a los almohades, y al año siguiente las aceifas musulmanas toman Trujillo y arrasan Plasencia, ya que esta última no había terminado de fortificarse. Desde ahí, el grueso del ejército almohade se dirigió a Talavera, desde donde atacaron Madrid, Alcalá de Henares, Uclés, Cuenca y Huete. La obra de Alfonso VIII de Castilla, el esfuerzo de toda su vida para desplazar la frontera del Tajo a Sierra Morena se venía abajo. Alfonso se apresuró a firmar la paz con los almohades, que duró hasta 1210. Inmediatamente se puso el castellano a preparar la que había de ser la mayor ofensiva cristiana de la Reconquista, que desbarataría el poder musulmán en España, hiriéndolo de muerte y consolidando por fin y de forma irreversible la frontera de Sierra Morena, asegurando para Castilla la Extremadura occidental y La Mancha a salvo de los ataques moros.
En 1209 Alfonso VIII constituye la Comunidad de Villa y Tierra de Béjar, que comprenderá los municipios cacereños de La Garganta, Baños de Montemayor y Hervás. A partir de este momento se consolida la posición de Castilla en la sierra.
Una vez que la frontera se estabilizó, la organización de la Extremadura occidental castellana quedó formada por las Comunidades de Plasencia, Trujillo y Medellín, que junto a la encomienda de la Orden de Alcántara en Castilla (Castuera y Villanueva de la Serena) y La Puebla de Alcocer (repoblada por el Concejo de Toledo), configuró los territorios de dominio castellano en Extremadura. Al oeste de ellos, encontramos las tierras leonesas del Concejo de Cáceres y la llamada «Provincia de León» de la Orden de Santiago, formada por todo el arco Azuaga-Berlanga-Hornachos-Mérida-Montánchez. Esta Orden Militar tenía dos territorios principales: la referida «Provincia de León» (extremadura leonesa) y la llamada «Provincia de Castilla» (la extremadura castellana, en La Mancha central con la encomienda de Uclés).
Sin embargo esta circunscripción no incluía la zona limítrofe de la Tierra de Talavera, ni la de Béjar y Ávila, que quedaron en el Reino de Castilla hasta que en 1833, con la nueva división provincial promulgada por el Ministro de Fomento, Javier de Burgos, la región de Extremadura se anexionaba por decreto las zonas limítrofes pertenecientes hasta entonces a Talavera (Guadalupe, Alía y la comarca de Los Ibores), Ávila (El Gordo y Berrocalejo) y Béjar (Hervás, La Garganta y Baños de Montemayor). Quedaba así la región de Extremadura como hoy la conocemos.
Y aquí finaliza nuestra historia.