por Feliciano Antonio Yeves Descalzo, Cronista Oficial de Venta del Moro
El hecho de la agregación de la Tierra de Requena a la provincia de Valencia, separándola de Cuenca
En 2001 se cumplieron los 150 años de la incorporación a Valencia de la comarca Requena-Utiel. El partido judicial de Requena, recién conformado, perdía varios pueblos de más allá del Cabriel (Enguídanos, Herrumblar, Minglanilla, La Pesquera, Puebla del Salvador, Villarpardo y Villarta) pero el resto, es decir, Requena, Utiel, Venta del Moro, Caudete, Camporrobles, Fuenterrobles y Villargordo del Cabriel quedaban agregados a Valencia definitivamente, formando el partido judicial de Requena; plasmado en el famoso Decreto o Real Orden de 25 de Junio de 1851, que literalmente decía así:
«La Reina se ha enterado de expediente instruido sobre la conveniencia de trasladar a la provincia de Valencia la Ciudad de Requena y demás pueblos que comprende su Partido Judicial y se hallan situados al otro lado del río Cabriel, pertenecientes en la actualidad a la de Cuenca, quedando en lo sucesivo el mencionado río de limite que divida a ambas provincias. En su vista, y atendidas las razones de conveniencia que así lo aconsejan, Su Majestad se ha servido resolver que la Ciudad de Requena y las villas de Utiel, Caudete, Camporrobles, Fuenterrobles, Venta del Moro y Villargordo del Cabriel, se incorporen y pertenezcan en adelante a la provincia de Valencia, fijándose por limite divisorio de ésta y de la de Cuenca, en aquel territorio, el expresado río Cabriel, y que los demás pueblos comprendidos hasta aquí en el Partido Judicial de Requena, que no se trasladan a la provincia de Valencia y deben continuar formando parte de la de Cuenca, queden incorporados en el partido judicial de Motilla del Palancar. Madrid. 25 de Junio de 1851. Yo la Reina.»
El Gobierno Civil de la provincia de Valencia lo comunicó oficialmente al Ayuntamiento de Requena (como se supone lo hiciera igualmente a todos los municipios afectados por esta incorporación a Valencia), en esta forma:
«Oficio num. 995. Segunda dirección.-División territorial.-El Exmo. Sr. Ministro de la Gobernación del Reino, con fecha 25 de Junio pasado, me dice de Real Orden lo que copio: (copla literal de la Real Orden antes escrita). De Real Orden lo digo a V.S. para su inteligencia y cumplimiento en la parte que le corresponde. Lo que he dispuesto se Inserte en el Boletín Oficial de la Provincia para conocimiento del público. Valencia. 2 de Julio de 1851. Francisco Carbonell.»
(Boletín Oficial de la Provincia de Valencia, viernes, 4 de Julio de 1851).
Este Real Decreto, que fue conocido inmediatamente en Requena antes de su comunicación gubernativa y publicación oficial, y recibido jubilosamente, motivó una sesión extraordinaria de su Ayuntamiento en fecha 29 de Junio, que, copiada literalmente, dice así:
«Sesión Extraordinaria del día 29 de Junio de 1851. En la ciudad de Requena, a 29 de Junio de mil ochocientos cincuenta y uno. Los señores Concejales de la misma anotados al margen, se reunieron en su Sala Capitular, bajo la presidencia del Sr. Alcalde Constitucional de la misma Don Mariano Peinado, por disposición de dicho señor, para la cual fueron convocados con anterioridad, para tratar con especialidad, de una comunicación que ha recibido de Don José de la Cárcel Marcilla, fecha de ayer, expedida en Valencia con la que acompaña copia de la Real Orden del día veinticinco del mismo por la que Su Majestad, ha tenido a bien mandar que esta Ciudad y los Pueblos de su Partido situados a esta parte del Río Cabriel queden agregados a la Provincia de Valencia, segregándolos de la de Cuenca. El Ayuntamiento, con la mayor satisfacción quedó enterado de dicha comunicación y de la Real Orden mencionada que a ella se acompaña, y acordó: Que se publique por Bando y Edicto Público, haciéndola saber a este vecindario: y que se le den las gracias más expresivas, por la cooperación y desvelos que por su parte ha interpuesto para el logro de dicha Real Orden. Con lo cual se concluyó esta sesión extraordinaria cuya acta Jumaron los Señores Capitulares que a ella asistieron, de lo que como Secretario, certifico».
Este importantísimo hecho histórico para nuestra comarca tuvo sus repercusiones, de distinto signo, en ambas provincias: Cuenca y Valencia. Cuenca perdía una de sus zonas más ricas e indudablemente la más poblada, que aportaba la contribución correspondiente a 3.538.944 reales de vellón según el canónigo historiador de Cuenca D. Trifón Muñoz Soliva. Y las quejas conquenses, que se vertieron en diferentes escritos de sus más preclaros historiadores y políticos, tales como don Fermín Caballero, don Trifón Muñoz Soliva, don José Torres Mena y otros, clamaban sobre la indefensión de su provincia ante las sucesivas mermas que sufría y había sufrido, quitándosele territorios para engrosar las provincias lindantes de Guadalajara, Albacete y Valencia.
Lo que más sufrió y adoleció Cuenca fue la separación de nuestra comarca «desde el río Cabriel para allá» hecho que se consumó por la ya repetida Real Orden de 25 de Junio de 1851. Se acuñaron aquellas frases, originales de don Fermín Caballero, «en Cuenca eran los amos y en Valencia la última sardina del banasto», y que «más valía ser cabeza de ratón que no cola de león», y que luego tantas veces fueron recordadas y repetidas (hasta hoy) principalmente cuando surgían y surgen casos de menosprecio por parte valenciana hacia lo nuestro, cuando se argumentaba que aportábamos más contribución a Valencia que a Cuenca, cuando se nos trataba de pegotes y churros advenedizos, cuando en escritos, tratados, historias y noticias se nos ignoraba por unos y por otros: por Cuenca, porque ya no éramos de allí, y por Valencia porque nuestra historia, carácter, costumbres y, especialmente, el idioma no era el valencia no sino el castellano puro; y más cuando alguien, al recordar la pérdida de los Fueros Valencianos en 1707 tras lo de Almansa, decía que Requena y su comarca celebraban el triunfo borbónico y festejaban a Felipe V con su recuerdo y su efigie, olvidando que aquí sucedió lo contrario que en Játiva, Villareal y otros pueblos; y olvidando también nuestras raíces castellanas y la lógica adhesión a la causa borbónica como lo hizo toda Castilla a la cual pertenecíamos.
Se debe dar por sentado que todo nuestro territorio fue de Castilla durante más de seiscientos años.
Lamentaciones conquenses
Es indudable que aquella segregación sentó muy mal a Cuenca, a sus valedores, diputados, historiadores y muy particularmente del clero, aunque en este aspecto se siguió perteneciendo a la Diócesis de Cuenca, en que estuvimos hasta más de un siglo después. Ya hemos dicho las manifestaciones expresadas y acuñadas por D. Fermín Caballero, que luego continuaron aquí durante mucho tiempo, particularmente en opiniones de historiadores casi coetáneos al hecho, sobre lo de «en Cuenca éramos los amos …» y lo de «más vale cabeza de ratón …»; y también muy particularmente en nuestro historiador requenense Enrique Herrero y Moral (como después veremos) y algunas reticencias del historiador de Utiel Miguel Ballesteros. Aportamos como casos notables las tristes opiniones de dos historiadores conquenses: el canónigo Muñoz Soliva y el diputado Torres Mena, que se expresaron amargamente de la siguiente forma:
– Don Trifrón Muñoz Soliva, canónigo de Cuenca, en su obra «Episcopologio de Cuenca» de 1860, tras lamentar la segregación que ya en 1835 se verificó, pasando a Albacete 31 pueblos, o sea, parte del distrito de La Roda y todo completo el de Casas Ibáñez, más otros 17 pueblos que se le desmembraron para pasar a Guadalajara, dice lo siguiente con relación a nuestra separación, pág. 478.-
«Como sí hubiese habido un decidido empeño en reducir a la nulidad a esta provincia de Cuenca, por Real Decreto de 25 de Junio de 1851, accediendo el Gobierno a la solicitud de Requena, esta importante población y las de Camporrobles, Caudete, Fuenterrobles, Utiel, Venta del Moro y Villargordo del Cabriel fueron agregados a la provincia de Valencia, perjudicando a esta de Cuenca en 21.150 habitantes y en 3.538.944 reales de riqueza imponible. Estas imperfectas divisiones territoriales tuvieron la última extravagancia de convertir en valencianos a los que nacieron en Castilla y todavía hablan el idioma de sus padres».
Los personajes que intervinieron en favor de la incorporación a Valencia
Varios e importantes fueron los personajes que movilizaron primero a los Ayuntamientos de esta comarca para solicitar la segregación de Cuenca y su anexión a Valencia, gestiones que ya comenzaron hacia 1837 y que culminaron en la Real Orden de 25 de junio de 1851. Indudablemente de Requena salieron los principales factores y elementos de juicio para iniciar y ultimar la gestión, aunque en términos generales respaldados por el sentir popular de las demás poblaciones, convencidos de que las ventajas superarían en lo económico y en lo político-social a los inconvenientes que pudieran surgir. Sólo, posiblemente el clero, los escasos hidalgos y los elementos timoratos apegados a la tradición y a la costumbres se opondrían o, al menos, dudaban de que aquello era trascendentalmente beneficioso. Y se contaba, además, con que el nombre de Requena, ya favorecido por Isabel II al nombrarle con el título de Ciudad por su defensa contra el Carlismo y hasta llegar a rotular una calle madrileña con su nombre, habría de merecer nuevas atenciones y saldar la cuestión favorablemente a sus peticiones.
Naturalmente los pueblos del entonces partido de Requena que estaban a la derecha del Cabriel, o no fueron consultados o no quisieron saber nada de nuestras pretensiones.
Pero los de acá hacia Levante formaron -casi todos una piña alrededor de los próceres requenenses que promovieron y seguían con tesón insistiendo sobre la segregación. Ya se ha dicho que desde 1837, y después en 1840, 1841 y 1842, las instancias se sucedían y conseguían ayudas favorables en las altas esferas de la Corte. Fue decisiva la ayuda y colaboración del diputado a Cortes D. Ruperto Navarro Zamorano, natural de Moya, quien, convencido por el también diputado requenense D. José Javier de la Cárcel Marcilla, no dudó en prestar su apoyo por entender ser causa justa en todos los alegatos que se expusieron.
Indudablemente pesaban más los pros que los contras: mayor proximidad, mejores comunicaciones, mayor riqueza comercial, industrial y agrícola, movimientos migratorios de los trabajadores buscando mejorías, establecimiento de familias acomodadas en la capital levantina, caminos de la oferta y la demanda más abiertos; es decir, motivos económicos. Y nadie pensó en que su carácter y temperamento castellanos, ni sus costumbres y usos populares y tradicionales, ni su lenguaje y forma de expresión netamente castellanos habrían de sufrir merma, desdoro, menosprecio, desinterés e indiferencia.
Todos, en general, vieron que aquella resolución era muy ventajosa, aunque ya se presumiera de antemano que la condición de casi privilegio que se gozaba en Cuenca habría de pasar en Valencia inadvertida, cosa lógica, y a cierta relegación secundaria como agregados de última hora, provenientes de otra provincia de menor categoría -cosa que empezó a notarse cuando las contribuciones a pagar a Valencia fueron el doble de las que se pagaban en Cuenca-; pero como los impuestos eran pagados por quienes tenían propiedades, el pueblo jornalero, el campesinado modesto y todo el elemento mayoritariamente de ideas liberales en nuestros pueblos, acogieron el hecho muy favorablemente y con alegres celebraciones.
Lo que dijeron entonces y después los historiadores, cronistas y escritores
Enrique Herrero y Moral. En su «Historia de Requena», de 1890. pág.74-76 nos dice lo siguiente:
«Así las cosas, corría el año 1851 y representaba a Requena, en su Diputación Provincial, el Sr. D. Ruperto Navarro Zamorano, que con los mejores y a la vez erróneos deseos, solicitó del Gobierno de Su Majestad la agregación de nuestra población a la provincia de Valencia. Con tales colores de urgencia, de necesidad y conveniencia se pintó dicha solicitud, que Su Majestad se dignó a acceder a tales ruegos, mandando por su Real Orden de 25 de Junio de 1851, trasladar esta ciudad y los demás pueblos que comprendía este partido judicial a este lado del río Cabriel, a la provincia de Valencia. Desde esta fecha en que nos emanciparon de Castilla y nos agregaron a Valencia, somos la cola de gran caballo valenciano que absorbe el jugo alimenticio de este país con los dos millones (pásmese el mundo) que nos saca de las mil maneras que sabe, en contribuciones directas e indirectas. En Cuenca, por el contrario, figurábamos en la línea y orden y que nos correspondía, según los censos poblacional y provincial, y por otras consideraciones morales y sociales que están al alcance de todos. En Valencia nos consideran única y exclusivamente como a una de tantas poblaciones que contribuyen con el sudor de sus vecinos al sostenimiento de las cargas de la provincia, pero no para mejorar nuestra posición y situación. En Cuenca teníamos unidas las superioridades en lo eclesiástico, en lo militar y en lo gubernativo, y ahora tenemos que acudir a Valencia en lo gubernativo y militar, y a Cuenca por lo que hace al orden sacerdotal. En Cuenca, esto es, en el Gobierno Civil, en la Diputación Provincial y en las oficinas de estos centros administrativos y gubernativos éramos los amos (si se me permite la expresión, por supuesto cuando nuestras exigencias iban adornadas y legalizadas con el sello de la justicia y de la razón); ahora en Valencia somos, como suele decirse, la última sardina del banasto, pues como somos castellanos se nos mira y considera en sus océanas oficinas como forasteros y advenedizos. En fin, desde que en mal hora nos emanciparon de Cuenca y nos sujetaron al yugo valenciano, haciéndonos pasar por el Portillo de las Cabrillas, Requena ha perdido lo indecible y desea llegue el día en que recobre sus derechos perdidos, sometiéndose al dulce patrocinio de las autoridades castellanas».
Miguel Ballesteros Viana. Historiador de Utiel. en las pág. 622-624 de su obra «Historia de Utiel». 1899. edición de 1973. dice lo siguiente:
«El 25 de Junio de 1851 fue incorporada a la provincia de Valencia la villa de Utiel, así como todos los pueblos de este lado del Cabriel, cuyo río quedó como limite divisorio de Cuenca y Valencia, que aumentó su demarcación más de once leguas por sus confines con Castilla. Las poblaciones de Utiel y Requena contribuían mucho a la nombradía que tenía aún la ciudad del cáliz y la estrella, y como hallaban facilidades hasta estos últimos tiempos para resolver con ventaja asuntos de su mayor interés, redimían también con menos sacrificios del servicio militar, lo cual redundaba en pro de la agricultura, y la tributación era menor: por estas y otras razones salieron muy perjudicadas al principio con la anexión a Valencia, además de que son poblaciones de pura raza castellana por su acento en la expresión, hábitos y costumbres. El motivo de la anexión fue principalmente la resultante de un expediente Instruido al efecto con audiencia de las Diputaciones Provinciales y el decidido empeño del diputado a Cortes por Requena, D. José Javier de la Cárcel.
El decreto de Incorporación a Valencia fue bien recibido por casi todos los lugares del Distrito, singularmente de Requena, cuyo Ayuntamiento publicó un manifiesto dando cuenta a los vecinos de haber sido resuelta la segregación y señalando al señor La Cárcel como único autor del nuevo beneficio alcanzado por los pueblos. Con la anexión referida quedaron centralizados en la capital valenciana los asuntos concernientes a lo militar, político yjudicial de las citadas poblaciones, cesando así la dependencia que tenían de la Capitanía General de Madrid, Gobierno Civil de Cuenca y Audiencia de Albacete, respectivamente.”
Juan Piqueras Haba, Catedrático de Geografía de la Universidad de Valencia, ilustre requenense de Campo Arcís, en su libro «La meseta Requena-Utiel», 1997, nos dice lo siguiente respecto a nuestra incorporación a Valencia:
«Tras muchos siglos de administración castellana, a finales del siglo XVIII muchos comarcanos empezaban a pensar si no sería mejor pasar a depender de la administración valenciana, dadas las ventajas económicas y de proximidad. Por aquellas fechas Requena tenía una floreciente sedería que se proveía de materia prima en la Huerta de Valencia y en la Ribera del Júcar. Valencia apenas estaba a un día y medio de viaje desde Requena, mientras que Cuenca, su capital, estaba a cuatro días y por caminos penosos. No en balde el saber popular había acuñado el refrán de «lejos está Cuenca para ir a por los óleos». La causa valenciana fue defendida por los liberales (comerciantes e industriales), mientras que los partidarios de seguir en Cuenca eran los conservadores (clérigos y viejos hidalgos).”
Ricardo de Val. (1906-1982). Escritor y poeta uticlano de reconocida solvencia. Autor de varias obras y artículos literarios de tema utielano y comarcal en «Vida andariega», «La Castilla Valenciana» y «Tema y elogio de Utiel». Sobre el tema que nos ocupa escribió para la «Antología poética de autores utielanos», 1951, lo siguiente:
«La comarca sigue siendo de marca castellana. El alma de esta tierra quedó cautiva de su pasado, de su rica historia de rebeldías contra los señoríos, de su orgullo, de su pobreza heroica, de sus ascéticos perfiles, de una representación humana obscura y lógica. Queda una canción de atavismos y lejanías que el comarcano oye en la noche de su vida Interior. La valenciania, al menos con ese paradigma tópico y superficial uso, no se percibe en esta tierra. El nacido en ella conoce bien esa metafísica castellana, que algún poeta ha sabido expresar pero que no ha servido, luego de un siglo de convivencia, para influir en la entidad Valencia provincia. La delgadez del aire, el ascetismo de los árboles, la aspereza de la tierra, nos hablan bien claro de lo que antaño era Castilla. Aunque las costumbres y la vida se han valencianizado mucho. El siglo de convivencia ha influido en la psique civil comarcana. Pero lo que ha quedado con mayor firmeza de aquella castellanía es esa ortodoxia peculiar utielana, una especie de hidalga altivez que bien podía valer, en aquella variada provincia, por una señera personalidad.”
José Soler Carnicer. En su obra «Nuestras tierras» tomo I, Vicent García Editores. Valencia. 1985. escribe lo siguiente:
«El Altiplano de Requería y Utiel, en el año 1851, por propia decisión y no «por justo derecho de conquista», fue incorporado a la provincia de Valencia. Hasta entonces, desde siempre, habían pertenecido al reino de Castilla y, administrativamente, después, a la provincia de Cuenca. Eran castellanas de cuna, lengua y costumbres. Pero también de siempre habían mantenido estrechos lazos de relación con las gentes del Reino de Valencia, hijos valencianos pasaban por sus tierras cuando iban a Castilla en busca de grano.
En 1981, precisamente cuando se cumplían los 130 años de nuestra segregación de Cuenca y adhesión a Valencia, tras la celebración de la XXXIV Fiesta de la Vendimia, cuya Noche del Vino se dedicó a Cuenca, quien suscribe este trabajo insertó en la revista El Trullo que ya anunciaba la fiesta siguiente, este artículo:
“Si Requena fue siempre hidalga, laboriosa y hospitalaria, no hizo más que seguir el ejemplo que nos legó Cuenca, a la que estuvimos ligados los requenenses y pueblos comarcanos por más de seiscientos años. Y sin entrar en viles politiquerías ni recordar aquellos dichos populares que afeaban nuestra incorporación a Valencia, sí es bueno señalar que jamás se rompió el vínculo afectivo y cordial entre Cuenca y Requena o viceversa. Porque nos marchamos hace justamente ciento treinta años de Cuenca por razones puramente económicas y por causa de difíciles comunicaciones y mayor distancia que las que nos acercaban a Valencia, de la que, por otra parte, estamos muy orgullosos de pertenecer y formar parte. Pero como no quita nada lo cortés a lo valiente, tenemos que ser sinceros y reconocer que nuestras raíces y filiación es totalmente conquense y castellana. Y por ello a nadie puede extrañar que, de vez en cuando, recordemos con cariño aquellos vínculos de los que no debemos ni podemos avergonzarnos. Fuimos de Cuenca y a mucha honra.”
Joan Fuster. En su libro «El País Valenciano». Destino, Barcelona, 1962, en su pág. 323 habla de la Castilla Valenciana en la siguiente forma:
«Requena, esto es, Castilla. Porque la comarca en que hemos entrado y que llega hasta el límite de la provincia, como metida en la vecina de Cuenca, perteneció siempre al Reino de Castilla. Y castellana pura es en su lengua, en su fisonomía, en sus costumbres. La viña, imperante y extensa como no la habíamos visto antes, nos certifica con lo demás que estamos en una prolongación de La Mancha. Requena y su campo solicitaron ser incorporados a Valencia en 1851, pues su vinculación económica al litoral -razones de comercio- aumentaba al galope.”
El señor Fuster ha inferido a la comarca de Requena-Uticl otro de sus agravios. El primero fue toda una sarta de opiniones alejadas de la verdad, en su libro «Nosotros los valencianos»; el último, más hiriente, el que inserta en su reciente publicación «Ver el País Valenciano», de la editorial Destino. Concretamente su pág. 87 no tiene desperdicio, por lo que nos permitimos transcribirla íntegramente:
«Y para mayor complicación, existe una Valencia castellana. Es un añadido territorial, segregado de Castilla, con el que las covachuelas de Madrid decidieron obsequiarnos. Se trata de Requena, Utiel y sus alrededores. Entonces nadie se opuso a estos apósitos. Ni ahora. Si en Utiel hacen fallas y disfrazan a sus señoritas con el atuendo de unas remotas labradoras de la Huerta entonando un grotesco Himno regional, significan que desean integrarse. Siendo castellanos, aspiran a ser valencianos.”
A la vista de dicho escrito, cuajado de despropósitos, inexactitudes, fobias y marginaciones, nos cabe únicamente preguntar al señor Fuster lo siguiente: ¿Tendría razón D. Fermín Caballero, ilustre escritor conquense cuando, ante nuestra separación de Cuenca para agregarnos a Valencia, manifestaba que los habitantes de la zona segregada, «en Cuenca éramos los amos y en Valencia la última sardina de la banasta?”
¿Cómo no habrían de levantar revuelos sus quejas, siendo verdad que se marchaba de Cuenca su zona más rica y poblada?
Cuando nuestros abuelos, solicitaron, por razones económicas, nuestra agregación a Valencia,
¿Pensaron en que su carácter, temperamento, costumbres, idioma, folklore y peculiar modo de ser, habían de ser respetados en su nueva comunidad administrativa?
¿Pensaron en que alguna vez habrían de ser motejados de churros, pegotes, apósitos o cataplasmas, grotescos remedadores de un valencianismo que, a pesar de su dulzura y dignidad, se ha convertido en un desaforado racismo en el pensamiento y la pluma de escritores tan mal predispuestos a la generosidad, como la del señor Fuster?
¿Tendrían razón los que, a pesar de nuestro deseo de integración, ya intuyeron el desprecio, la vejación y las marginaciones a que habríamos de quedar sometidos?
Nada, señor Fuster: suspenso en historia: aunque lamentablemente le tengamos que calificar con un sobresaliente en desprecios a nuestro castellanismo.
Porque, ¿Cuándo se ha visto enturbiado, disminuido, enrarecido o menoscabado el honor valenciano con nuestra presencia, aunque no hayamos renunciado a nuestras raíces castellanas?
¿Por qué razón no se puede ser valenciano cuando se habla castellano?
Nada, señor Fuster; que nos va a hacer usted arrepentimos de lo que hicieron nuestros abuelos. Y es, posiblemente, lo único que le tengamos que agradecer, porque, para recibir desprecios, bien estábamos donde estábamos.
Nicolás Agut y Sastre. Requena. 1888-Valencia 1965. Fue uno de los principales poetas requenenses de su época, y rimó con sentidos y hermosos versos las glorias, tradiciones y mujeres de la tierra que le vio nacer y dónde vivió largo tiempo. Precisamente en 1951, cuando se conmemoraba el centenario de nuestra agregación a Valencia, celebrándose la IV Fiesta de la Vendimia de Requena, escribió:
«De Castilla y de Valencia (1851 -1951)»
Que Requena es aún Castilla
bien lo atestigua La Villa
sobre la roca empinada
y con el eco arrullada
de su historia y su blasón.
De sus gestas el pendón
y sus murallas los restos,
testigos de sus arrestos
son frente a todo invasor:
y hay en cada labrador
un corazón castellano
que jamás le dio la mano
al cobarde ni al traidor.
Que Requena es de Valencia
un siglo de convivencia
felizmente lo acredita:
y en Requena los amores
por la ciudad de las flores
en nuestros pechos palpitan.
La Requena que progresa
y en sus reformas no cesa
con ilusión admirable:
la moderna, la industrial,
la de su nuevo Arrabal
y fecunda fantasía,
es un anhelo constante
que ahora le inspira Levante
con su cielo y su alegría.
Requena es muy valenciana
aunque siga castellana
por gloriosa tradición;
¡Que si de Castilla el alma,
de Valencia el corazón!
Es indudable que todo lo últimamente alcanzado y conseguido en materias sanitarias, higiénicas y benéficas, se hubieran logrado tanto, y en igualdad de condiciones, si hubiésemos pertenecido a otra comunidad autónoma, la de Castilla la Mancha, dado que estas enormes mejoras fueron conseguidas para todo el país.
Lo que se tiene de castellano es incontrovertible: lo que nos acercó y acerca hasta sumirnos en ello, a lo valenciano, es también inconmovible. Ambas circunstancias se hermanan en nosotros. No hay disparidad en ello; no hay lucha interna ni externa entre pensamientos y actitudes. Se completan y complementan, ambas a la vez, en una y otra dirección. Por ello se suelen traumatizar cuando alguien quiere tirar de uno u otro lado para conmovernos primero y tratar de exasperarnos después.
¿Qué no son ya valencianas nuestras fiestas, tracas, fuegos de artificio, juegos florales y certámenes, presentaciones y proclamaciones de reinas y damas de honor, la tradición ya arraigada de «moros y cristianos» en algunos de nuestros lugares, las manifestaciones artísticas de nuestras bandas de música, existentes hoy en todos los pueblos y hasta en algunas de las aldeas comarcanas enriqueciendo a la Federación Valenciana de Bandas?
¿Qué no siguen siendo castellanos, sin ningún desdoro, nuestros usos y costumbres, muchas tradiciones de jotas, bailes y danzas, rondas de quintos, mayos, cencerradas, judas, procesiones, pan bendito, subasta de andas de imágenes en procesiones, paradas y rifas en honor del «santo», zahoras y aguinaldos navideños, capeas, fiestas de toros, trajes típicos, romancero, canciones populares, etc., etc.?
Bien está lo que está bien. ¿Que es bueno fomentar el estudio y la práctica del idioma valenciano? En nuestras tierras, lo primero creemos que es fundamental; lo segundo, de ninguna manera. Que no se pierda en modo alguno el idioma valenciano donde jamás debe perderse. Que no se implante forzosamente donde no debe implantarse.