Cuestión de ordinales

Alfonso III de Castilla, llamado el Noble o el de las Navas / Fuente: ArteHistoria
En este artículo vamos a desgranar una de las confusiones peculiares que existen en nuestra historia. Cuando el visitante, por ejemplo, entra en algunos monumentos de Castilla como la catedral de Cuenca, las Huelgas Reales de Burgos, etc, encontrará placas o inscripciones de reyes que “no existen”. No es que no existan, es que en toda época anterior al siglo XIII los ordinales del titular de la Corona eran los correspondientes al reino donde reinaba, algo lógico. Así, los ordinales incluso para reyes a veces compartidos son distintos dependiendo de si estamos en Castilla, en Aragón, en Navarra o en León.

Sin embargo esto cambió con el paso del tiempo cuando la conquista de las taifas del sur se aceleraba y la restauración de la unidad peninsular parecía más cercana. Parece claro que el principal impulsor de este cambio fue Alfonso el Sabio (1252-1284), pues en su interés por escribir (y reescribir) la Historia llevó al establecimiento de una “nomenclatura general” de reyes, de tal forma que a efectos históricos la legalidad visigoda nunca hubiera sido quebrada desde Don Pelayo, lo que obligaba a modificar los ordinales de todas las dinastías cristianas de la Península que acabarían entroncando en un único orden, ya que los monarcas reinantes en León, Castilla, Aragón y Navarra siempre tuvieron altos vínculos de parentesco.

Sin embargo la cuestión tenía truco, pues el objetivo de esto era sentar un precedente histórico-jurídico fundamental: debido a ser Asturias el primer reino que surgió, es a este reino al que corresponden los primeros ordinales y todos los demás se han de ordenar a éste. ¿Qué quiere esto decir? Que el monarca sobre el cual recayera la Corona de Asturias (posteriormente León) es por ende el único sucesor legítimo al Trono visigodo de Don Rodrigo.

Sancho I de Castilla, llamado el Fuerte / Fuente: ArteHistoria
Apurando más el argumento: que todos los reinos de la Península quedan en un rango inferior al monarca que ostentara la Corona de León, que es, por tanto, el llamado a restaurar la unidad política y religiosa de la Península en su persona (lo que anticipa la idea que originó el establecimiento de esta nomenclatura, que no es otra que crear un argumento que avale que bajo el monarca de León, heredero de Don Pelayo, se han de unificar los demás ya sea de grado o por la fuerza).

En definitiva, la nomenclatura general de reyes es una gran confusión que de alguna manera beneficiaba al titular del trono de León (que desde 1230 recayó en el Rey de Castilla), pero eso acabó borrando de la historia los ordinales tradicionales (y verdaderos) del resto de reinos peninsulares. Hoy en día, pues, los ordinales de la monarquía española son esencialmente los de la Corona de León como heredera del Reino de Asturias, que fue el primero establecido.

Por justicia histórica desde la Asociación creemos oportuno mostrar los ordinales tradicionales de Castilla que la nomenclatura general ha borrado de los libros de historia, empezando como corresponde en el año del establecimiento de Castilla como Reino (1065), y siendo su primer Rey Sancho I (II de la nomenclatura general).

Como puede observarse en el archivo PDF que se enlaza seguidamente, la llamada actualmente “nomenclatura general” no es otra que la astur-leonesa.

Nomenclatura tradicional y general – Tabla de correspondencias