En primer lugar, sé bienvenido a esta página web. Desde la Asociación Socio-Cultural Castilla esperamos que disfrutes los contenidos que aquí compartimos, así como te animamos a profundizar en la aproximación conceptual a nuestra tierra.
Castilla es el territorio hispánico cuyo estudio es más complejo de todos cuanto existen en la Península, debido a los avatares históricos que ha sufrido a lo largo del devenir temporal. Sin embargo sí es posible acercarse a la Castilla auténtica, y una vez retirado el polvo, los velos y vendajes que la cubren, reconocer una tierra maravillosa y concebirla en su justa dimensión.
Los problemas de la delimitación de Castilla
En este punto, cuando se habla de Castilla en genérico nadie dudaría en aplicar ese concepto a Burgos o a Soria, por ejemplo. Sin embargo hay personas que extrañan la palabra Castilla cuando se habla de lugares como Madrid, Cantabria, La Rioja, las provincias de Valladolid y Palencia, Toledo o la comarca de La Mancha, sin ir más lejos. Otras personas toman a Castilla por todo lo que no es la Corona de Aragón, mimetizando el reino con la corona, algo de todo punto desacertado. Percepciones todas ellas que requieren un pequeño estudio sobre Castilla y su devenir histórico para discernir entre el territorio nuclear y su corona.
El problema de la distinción: reino y corona
El Reino de Castilla en su expansión durante la Baja Edad Media fue adscribiendo territorios a la corona, lo que devino en una agrupación dinástica de reinos que tenían en común un mismo Rey. Posteriormente ese conglomerado de territorios pasaría a constituir la Monarquía Hispánica de los siglos XVI y XVII. Sin embargo en este punto no es correcto tomar la parte por el todo. Pongamos algunos ejemplos para ilustrarlo:
- México perteneció a la Corona de España, y no por ello México es España.
- Valencia perteneció a la Corona de Aragón, y no por ello Valencia es Aragón.
- Galicia perteneció a la Corona de León, y no por ello Galicia es León.
Del mismo modo, después de 1230 en que se produce la unión de las Coronas de León y Castilla en la persona de Fernando III, se comienza a llamar al conglomerado de territorios «Corona de Castilla». Sin embargo, esa unión dinástica no convierte a Murcia en Castilla, del mismo modo que no convierte a León en Castilla ni a Galicia en Castilla. Igualmente, la unión dinástica producida en 1479 entre las Coronas de Aragón y Castilla con el matrimonio de los Reyes Católicos no convierte de ningún modo a Aragón en Castilla ni viceversa. Se trata de uniones dinásticas, donde cada territorio permanece por sí pero integrado en una comunidad superior.
La interiorización de este concepto nos lleva a afirmar que Castilla, como territorio nuclear, tiene una existencia ininterrumpida y separada (aunque a la vez paralela) de otros territorios. Todos (Galicia, León, Murcia, Castilla, Vascongadas, Andalucía, Asturias, Extremadura y Granada) caminan juntos en la Corona, pero al mismo tiempo tienen una entidad y personalidad individuales que son indiscutibles.
Es decir, no resulta aceptable ni se atiene a la Historia el afirmar que territorios como Murcia, León, Galicia, Andalucía, etc, son Castilla, ya que una cosa es pertenecer a una unión dinástica donde se comparte el Rey, y otra muy distinta confundir, como dice el viejo aforismo castellano, las churras con las merinas.
Toda vez que hemos respondido ya a las preguntas ¿Galicia es Castilla? ¿Asturias es Castilla? ¿León es Castilla? ¿Vascongadas es Castilla? ¿Andalucía es Castilla? y ¿Murcia es Castilla?, y hemos comprobado que lo correcto es responder negativamente en todos los casos, hagámonos otras preguntas:
¿Cantabria es Castilla?
Para responder a esta pregunta, basta decir que Castilla nació en Cantabria y que Cantabria, junto a la comarca de Las Merindades burgalesas y el oeste de Álava, son el origen espiritual de nuestra tierra. Desde la invasión musulmana grupos de visigodos, cántabros y vascones permanecen refugiados y escondidos en las montañas cántabras.
Sin embargo, la población montañesa muere de hambre. Esos grupos de godos, cántabros y algunos grupos de vascones quieren dejar atrás la miseria y emprenden la mayor aventura de sus vidas: abandonar las montañas. Hacia el 814 se inicia la empresa. «En la era 853 (rezan los Anales Castellanos) salieron los foramontanos de Malacoria y vinieron a Castilla». Una masa de gentes atenazadas por el hambre y dispuestos a jugárselo todo se desgaja de las estribaciones orientales de los Picos de Europa, bajan buscando la llanura hacia el sur y el este, desalojan a los moros y empiezan a asentarse en las tierras y valles del norte de Burgos, en el alto Ebro por Bricia, Villarcayo, Espinosa de los Monteros, Amaya, Valdegobia y Medina de Pomar; en la antigua Bardulia, que pronto se empezará a llamar Castilla.
Así, cántabros y godos forman un Pueblo y desarrollan una lengua totalmente nueva: el idioma castellano. Se forma así una comunidad humana única, que desarrolla una cultura y unas manifestaciones propias. Álava y Castilla son en todo momento dos entidades distintas, en ocasiones regidas por un mismo conde. Sin embargo hay que constatar la gran influencia del pueblo vasco en la formación de Castilla, que junto a los grupos godos y cántabros forman el Pueblo Castellano. Es decir, del mismo modo que es ineludible el aporte biológico de los españoles en Hispanoamérica, también es necesario reconocer la aportación de los vascos a la repoblación y formación de Castilla; lo que no evita que, como hemos referido anteriormente, México sea México (y no España) y Vascongadas sea Vascongadas (y no Castilla).
Hombre, es que dicen que Cantabria tiene 2.000 años y fue antes que Castilla…
Lo que seremos está en nuestras manos, pero lo que fuimos escapa a cualquier criterio acomodaticio, está ahí, permanentemente testificado por unas realidades que no pueden tergiversarse y que indeleblemente, como las marcas hechas a hierro, han quedado grabadas constituyendo lo que llamamos «cultura».
No pretendemos hacer una valoración en orden a la persistencia o no, en algún caso, de tradiciones o reminiscencias que pudieran adscribirse a los viejos pueblos cántabros que las fuentes nos muestran como fervientes opositores al poder romano. Lo que sí podemos asegurar es que los santanderinos actuales mantienen tanto de los cántabros, y en la misma medida, que lo que puedan conservar los palentinos actuales de los vacceos, los sorianos de los arévacos o los madrileños de los carpetanos. Lo que romántica y poéticamente puede ser admisible no lo es, como en este caso, en el campo de las realidades.
Del mismo modo que no tiene sentido alguno segregar de Castilla a Madrid para reinventar Carpetania, o a Ciudad Real para hacer la autonomía de Oretania, tampoco lo tiene ni es admisible considerar a Santander como algo externo a Castilla.
Las regionalidades españolas se forjan en el medievo. Los pueblos prerromanos merecen ser estudiados, pero desde luego no al precio de superponer un pasado de hace 2.000 años a la realidad histórica, lingüística y cultural de Cantabria como origen y parte indiscutible de Castilla.
¿La Rioja es Castilla?
En el caso de La Rioja, también basta con decir que nunca ha sido otra cosa que no fuera Castilla. Siendo como es la provincia de Logroño un territorio fronterizo con Vascongadas y Navarra, ha tenido históricamente mucha relación con ambos territorios; lo cual no es óbice para afirmar que el río Ebro fue siempre la frontera histórica entre Castilla y Navarra.
Tras una dependencia inicial del Reino de Navarra, en 1076 Alfonso VI incorpora La Rioja al Reino de Castilla. A partir de ese momento, la historia de esa zona estará ligada en todo momento al devenir de nuestra tierra, formando parte de ella hasta el proceso autonómico de 1982 (más de 900 años).
En cualquier caso, conviene reseñar que Rioja es un término inapropiado para la provincia de Logroño, ya que, como dice el dicho riojano, «Cameros no es Rioja», y efectiva razón tiene. El término «Rioja» se documenta por primera vez en 1099. Efectivamente, el fuero de Miranda de Ebro, al referirse a los habitantes del valle del Ebro oriental, los hará provenir de la «terra Lucronii et de Najera et de Rioxa». Es decir, este término incluiría aproximadamente las tierras comprendidas entre Belorado al oeste y Briones al este, esto es, las cuencas de los ríos Tirón y Oja. Esta gran área se corresponderá con lo que en la actualidad conoceremos como La Rioja Alta. A oriente, las localidades de Calahorra, Arnedo, Cornago y Cervera acabarán formando la denominada Rioja Baja.
En este sentido, aunque el Fuero Viejo de Castilla (1138) intenta definir el área que entiende por Rioja, no será hasta mediados del siglo XIV cuando el Becerro de las behetrías informa de que el Reino de Castilla estaba dividido en varias circunscripciones o merindades, agrupadas en la Merindad Mayor de Castilla, que a su vez comprendía las merindades menores, entre las que estaba Rioja, con cabeza en Santo Domingo de la Calzada.
A partir del siglo XVI todas las tierras de la actual provincia de Logroño pasaron a depender de las nuevas provincias fiscales de Burgos (parte occidental) y Soria (parte oriental), y así se mantendrá hasta 1833, año en que se crea la provincia de Logroño.
La Rioja, por tanto, es, junto a Burgos y Cantabria, donde nació el idioma castellano, parte inexcusable de Castilla desde hace más de 900 años.
Valladolid y Palencia, ¿Castellanas o leonesas?
En sus inicios, Castilla fue un condado fronterizo del Reino de León desde su nacimiento en el siglo IX, aunque con gran autonomía política, situación de pertenencia «nominal» que se prolongará hasta 1065, año en que Castilla es elevada a la categoría de Reino independiente. Cuando en 1065 accede al trono de Castilla Sancho II como primer Rey castellano de la Historia las actuales provincias de Valladolid y Palencia quedan en el Reino de León, situándose la frontera entre ambos reinos en el río Pisuerga. Sin embargo esta situación fue efímera, ya que en la posterior separación de ambos reinos en 1157 Valladolid y Palencia pasan a a formar definitivamente parte de Castilla hasta el día de hoy. En 1833 el Ministro de Fomento, Javier de Burgos, crea las provincias y regiones adscribiendo a Valladolid y Palencia a la región de Castilla la Vieja, donde se mantendrán hasta el proceso autonómico. Estamos hablando, por tanto, de que ambas zonas llevan más de 800 años siendo castellanas. Sin embargo, a finales de la década de 1970 se desarrolló en Castilla un movimiento socio-político denominado «carreterismo» (por su fundador, Anselmo Carretero Jiménez), que negaba la castellanidad a ambas provincias incluyéndolas en León, retrotrayéndose a una configuración medieval de hace más de 800 años.
La teoría de Carretero obviaba que Valladolid y Palencia siempre participaron (como toda Castilla) del sistema jurídico-político castellano de las Comunidades de Villa y Tierra y las Merindades, ya que en el territorio de ambas provincias se desarrollaron las Comunidades de Medina, Olmedo, Íscar, Portillo, Peñafiel y Curiel, así como las merindades del Infantazgo de Valladolid, Cerrato, Campos, Monzón, Saldaña, Carrión, Campoo y Liébana-Pernía. Dicho sistema socio-político es característico de Castilla, no encontrándose presente en el Reino de León, lo que sin duda alguna confima la evidente castellanidad de Valladolid y Palencia.
La presencia de las tierras de Valladolid y Palencia en la Merindad Mayor de Castilla desde 1157 hace de ambas provincias una parte irrenunciable de Castilla por historia y cultura desde hace más de 800 años.
¿Madrid es Castilla?
Resulta decepcionante que haya ciudadanos que, hoy en día e influenciados por los medios de propaganda autonómicos, se hagan esta pregunta que tiene el mismo sentido que preguntarse si Barcelona es Cataluña, si Sevilla es Andalucía o si Zaragoza es Aragón, es decir, ninguno. Según ese tópico de llanos de cereal y desolación rural difundido por los escritores de la Generación del 98, Madrid, con sus rascacielos, sedes de empresas, sistemas de transportes y desarrollo elevado, parece que no tiene encaje en el concepto de Castilla. Sin embargo, tiene el mismo que Zaragoza, comparándolo con las zonas rurales de Teruel, o que la gran y urbana Barcelona poniendo a su lado al Pirineo de Lérida. Ello es fruto del gran desequilibrio campo-ciudad, que no es único de Castilla sino que está presente en toda Europa Occidental. La percepción aislada de la fisonomía, por tanto, vemos que nos conduce a una conclusión equivocada.
Toda la Historia de esta Villa y Provincia están vinculadas estrechamente a Castilla desde su conquista en 1083. Aproximadamente el 30% del actual territorio madrileño (sierra y valle de Guadarrama, junto a la comarca de Chinchón y parte del valle del Lozoya) fueron los llamados «sexmos de la Transierra» pertenecientes al Común de la Ciudad y Tierra de Segovia. Por otra parte los Concejos al este de Madrid pertenecieron al Arzobispado de Toledo en lo que se conocía como la Mesa Arzobispal toledana: Uceda, Talamanca de Jarama, Alcalá de Henares y Brihuega (ya en Guadalajara).También la provincia de Madrid desarrolló Concejos libres (de realengo) como fueron el Común de la Tierra de Madrid y el de Buitrago de Lozoya.
En la actualidad, la propia Ley2/1983 de la Comunidad de Madrid así lo expresa: «La bandera de la Comunidad es roja carmesí. Madrid indica con ello que es un pueblo castellano y que castellana ha sido su historia, aunque evidentemente el desarrollo económico y de población haya sido diverso. La Comunidad de Madrid, formada en muchos casos por pueblos y municipios que pertenecieron a Comunidades Castellanas limítrofes, expresa así uno de sus rasgos esenciales».
«Los castillos de oro sobre gules del escudo escogen, recogen también, el más característico símbolo castellano. Las dos comunidades limítrofes los lucen como emblemas. El hecho de estar pareados simboliza la pretensión de la Comunidad de Madrid de ser lazo entre las dos Castillas»
El Ayuntamiento de Madrid también así lo reconoce en su página web:
«El Concejo o Comunidad de Villa y Aldeas protegido por las murallas de la Villa recoge sus usos y costumbres y estructura su vida en el Fuero, promulgado en 1202 durante el reinado de Alfonso VIII de Castilla, el cual les permite disfrutar de las tierras y montes de Madrid hasta parte de la Sierra. Madrid queda así plenamente consolidada como ciudad castellana».
Por tanto, creemos que no precisa este punto mayor explicación: Madrid es, por historia, cultura y personalidad, el corazón de Castilla.
¿El reino de Toledo es Castilla?
En este punto volvemos a cruzarnos con la teoría de Carretero, que niega asimismo la castellanidad a prácticamente toda la provincia de Toledo esgrimiendo la razón de que esa zona se rigió por el Fuero Juzgo y no por los fueros de albedrío que caracterizaban al resto de Castilla. Además Toledo fue cabeza de lo que se denominó el «reino de Toledo», que Carretero contrapone al «reino de Castilla» de forma errónea como explicaremos seguidamente.
Tras la expansión castellana por el territorio entre el Duero y el Tajo y la conquista de Toledo en 1085, el territorio del Reino se divide en 3 grandes circunscripciones:
- La Merindad Mayor de Castilla (o simplemente Castilla en muchos documentos), que eran los territorios al norte del Duero.
- La Extremadura Castellana, formada por los Concejos situados entre el Duero y el Tajo.
- El Reino de Toledo, formado por las tierras al sur del Tajo.
Ambas 3 partes constituían Castilla, si bien cada una de ellas tuvo unos rasgos peculiares. En la Merindad Mayor de Castilla se desarrolló el sistema de las Merindades, donde un oficial del Rey estaba a cargo de buena parte del territorio: sus competencias eran impartir la Justicia, administrar el patrimonio real y coordinar la organización militar. En la Extremadura Castellana es donde se desarrolla un sistema participativo que podría calificarse de «democracia orgánica» en nuestra tierra, sistema que no tenía igual en Europa. Los grandes concejos autónomos de Soria, Atienza, Segovia y Ávila convivían con otros menores como Aza, Roa, Curiel, Peñafiel… formando un gran bloque caracterizado por el poder concejil. Por último, el Reino de Toledo se caracterizó por tener ambas cosas: Concejos libres donde existía la elección directa y el derecho consuetudinario (de raíz germánica), y Concejos donde se aplicaba el Fuero Juzgo o Fuero de Toledo (derecho visigodo pero fuertemente romanizado).
Con estas 3 realidades se forja la Castilla del medievo, es decir, estamos hablando de 3 partes de una misma tierra, donde el reino de Toledo era una de esas partes. Así, negar la castellanidad de Toledo o de su entorno es como cuestionar la de la Extremadura Castellana. ¿Imagina el lector someter a cuestión si Segovia o Ávila son Castilla? Del mismo modo hemos de razonar respecto a Toledo y su reino, que posteriormente (y acertadamente) se rebautizaron en el siglo XVI como Castilla la Nueva.
Por otra parte la incongruencia de Carretero es visible por todas partes: considera algunos concejos del reino de Toledo como «castellanos» (caso de Guadalajara, Buitrago, Uceda, Talamanca, Hita, Cuenca, Requena…) y sin embargo a otros regidos a derecho consuetudinario los expulsa arbitrariamente de Castilla (como Ciudad Real, Iniesta, Alarcón, Alcaraz…).
Cabe concluir, también siguiendo unos documentos tan conocidos como las Relaciones Topográficas de Felipe II, que tan reino de Toledo era Buitrago o Guadalajara como Ciudad Real y Alcaraz. Es decir, lo que Carretero considera como «reino de Toledo» no es sino una falsedad tergiversada, pues éste incluyó históricamente Comunidades de Villa y Tierra en el 50% de su territorio. Hemos de concluir, por tanto, que el reino de Toledo después llamado «Castilla la Nueva» es una parte más de las 3 que constituían Castilla en el medievo, y por tanto la meseta sur castellana en su totalidad es parte irrenunciable de la Castilla del siglo XXI.
¿La Mancha es Castilla?
En este punto nos enfrentamos, como en el caso de Valladolid, Palencia y Toledo, a la teoría de Carretero, que negaba la castellanidad a la comarca manchega por la presencia histórica de las Órdenes Militares en su repoblación. Podríamos contestar con la misma respuesta que en el apartado anterior, ya que, obviamente, si el reino de Toledo es Castilla, La Mancha también lo es por estar inclusa en Castilla la Nueva. No obstante, responderemos a esta pregunta de forma independiente.
Volvemos a encontrarnos con un olvido por parte del ingeniero segoviano, ya que en la comarca de La Mancha, además de las Órdenes Militares de Santiago, Calatrava y San Juan, también hubo Comunidades de la Tierra libres, de realengo, y sujetas únicamente a la autoridad directa del Rey de Castilla. Esos comunes libres fueron los de Ciudad Real, Alarcón, Iniesta, Jorquera y Alcaraz, que se organizaron como todos los demás existentes en la Castilla de la época.
El peso de las Órdenes Militares fue importante, pero eso no es motivo para negar a una comarca entera lo que lleva siendo desde siempre: Castilla. Haciendo un paralelismo y buscando ejemplos en otras regiones, nos encontramos que El Maestrazgo aragonés y valenciano no deja de ser una comarca, en parte aragonesa, en parte valenciana, por el hecho de que en ella se instalara la Orden de Montesa.
La Mancha, por otra parte, no ha sido nunca un reino ni una región, ya que nunca tuvo entidad propia hasta 1691, cuando fue constituida como provincia (prácticamente coincidente con la actual de Ciudad Real y su antecedente directo) dentro de Castilla la Nueva, donde Sierra Morena se concebió siempre como la frontera natural entre Castilla y Andalucía.
Cabe concluir que la comarca de La Mancha siempre ha sido parte de Castilla, y que con sus peculiaridades comarcales tiene necesariamente un lugar en la Castilla del siglo XXI.
La cuestión de Albacete
Por norma general el mapa de la Castilla histórica es aproximable a la actual configuración provincial, considerando que los bailes de municipios entre provincias no son relevantes siempre y cuando éstos se mantengan en Castilla. Sin embargo, este razonamiento de actualización de nuestra tierra es complicado de abordar en Albacete, donde el 50,4% de su territorio perteneció al Reino de Castilla (7.522 Km2), el 48,64% al Reino de Murcia (7.262 Km2), y apenas un 0,95% al Reino de Valencia. En este último caso, únicamente era valenciano el municipio de Caudete, por lo que obviaremos este extremo por insignificancia respecto a las otras dos opciones: Castilla y Murcia.
La provincia de Albacete diseñada por Javier de Burgos en 1833 se configuró a partir de las tierras septentrionales del Reino de Murcia (partidos de Albacete y Chinchilla, y parte de los de Hellín, Villena, Cieza y Segura de la Sierra), y las tierras meridionales del Reino de Castilla (La Roda, la Manchuela, la Sierra de Alcaraz y el Campo de Montiel).
Debido a estas incorporaciones territoriales la provincia de Albacete, que había quedado adscrita en 1833 a la región murciana, quedaba condicionada por un importante componente castellano: dos tercios de sus municipios se encuadraban en el ámbito geográfico, social, económico, lingüístico y cultural de La Mancha. Por ello, no es de extrañar que durante la Transición, cuando esta provincia se plantea su identidad, triunfara la opción mancheguista, aunque ello supusiera el paso a Castilla de municipios netamente murcianos.
Entendiendo las provincias como indivisibles, la adscripción de la provincia de Albacete a una u otra
región (Castilla o Murcia) no deja de ser algo muy complicado. Si se tiene en cuenta la extensión, ambas opciones tienen prácticamente la misma, ligeramente superior en el caso de Castilla. Sin embargo, si tenemos en cuenta la población, aproximadamente 2/3 de la población albaceteña vive en La Mancha y apenas el tercio restante en las comarcas de la Sierra del Segura, Campos de Hellín y Corredor de Almansa. Respecto a la capital, es crisol, como todas las capitales, de gentes procedentes de toda la provincia, pero hay que constatar que ha estado siempre históricamente más poblada la zona manchega que la serrana (por motivos geográficos).
Ello nos lleva a incluir la totalidad de la provincia de Albacete en nuestro proyecto castellano para el siglo XXI. Las comarcas de La Mancha y la Sierra de Alcaraz son netamente castellanas, y por tanto, irrenunciables.
¿Y qué pasa con Extremadura?
En este apartado comenzaremos por el principio. ¿Qué es Extremadura, o qué signfica Extremadura? Procedente del latín Extrema Dorii, durante el medievo hacía referencia a la tierra existente al sur del Duero, aunque su verdadero significado es tierra de frontera. Dicho concepto se empleó en los reinos de Portugal, León, Castilla y Aragón, por lo que es propio decir que en la Península hay 4 Extremaduras: la portuguesa, la leonesa, la castellana y la aragonesa. Vayamos analizando cada una de ellas:
- Extremadura Portuguesa: se extendía desde Coimbra y la Sierra de la Estrella hasta Lisboa. Actualmente la región de Lisboa se llama precisamente Estremadura, en portugués.
- Extremadura Leonesa: comprendía las tierras al sur de Alba de Tormes, con Ciudad Rodrigo hasta la Sierra de Gata y la transierra: Cáceres, Coria y Mérida.
- Extremadura Castellana: estaba delimitada por las tierras entre el Duero y el Tajo. Debido a su gran extensión los castellanos de la época hablaban de dos Extremaduras en el Reino: la Extremadura de Suso (o de arriba) con capital en Soria (recordemos el lema «Soria pura, Cabeza de Extremadura»), y la Extremadura de Yuso (o de abajo), cuya cabeza era la ciudad de Segovia.
- Extremadura Aragonesa: eran las tierras fronteras con el Reino de Castilla, donde Aragón constituiría las únicas cuatro Comunidades de la Tierra que tiene la región vecina: Calatayud, Daroca, Teruel y Albarracín.
Sin embargo, a partir del siglo XV el concepto de Extremadura se fue perdiendo en el ordenamiento jurídico de los reinos peninsulares. En los albores del siglo XVI, el nombre de Extremadura estaba prácticamente perdido en gran parte del territorio donde antaño se empleaba. Únicamente las zonas de Cáceres, Plasencia, Mérida, Badajoz y el centro de Portugal mantuvieron ese nombre arraigado entre sus gentes.
Este aspecto sería determinante un siglo después. En 1653 un grupo de ciudades (Plasencia, Trujillo, Medellín, del occidente de la Extremadura Castellana, junto a Cáceres, Coria, Mérida de la Extremadura Leonesa) compraron el voto en Cortes y jurisdicción propia al Rey Felipe IV de España, naciendo así la región moderna de Extremadura.
En ese momento, ambas zonas de la actual Extremadura constituyeron una región propia y diferenciada de León y de Castilla respectivamente, adoptando precisamente ese nombre, «Extremadura», por ser justamente el occidente de la Extremadura Castellana y la Extremadura Leonesa.
Del mismo modo, una de las tradicionales provincias de Portugal se denomina así, Estremadura (en portugués), y en ella se encuentra Lisboa, testimonio de tiempos donde ser de la Extremadura era expresar una forma de vida.
De eso hace ya casi 400 años, y es una conclusión lógica convenir que la Extremadura de este Estado es hoy una región totalmente consolidada, que aún recordando con orgullo su pasado leonés y castellano, es una entidad independiente de ambos territorios desde hace siglos.
Hacia una comprensión global de Castilla
Toda vez que hemos respondido a todas las cuestiones que puede plantearse un castellano que se interese por su tierra, recopilemos todas las conclusiones que obtenemos de los distintas preguntas a las que hemos dado respuesta en una única conclusión a esta gran pregunta: ¿Qué es Castilla?
Castilla es, como región y como territorio histórico, el formado por las actuales provincias de Cantabria, Burgos, La Rioja, Soria, Segovia, Ávila, Valladolid, Palencia, Madrid, Guadalajara, Toledo, Cuenca, Ciudad Real y Albacete.
Esa conclusión, pequeña y gran conclusión a la vez, es la que sostiene y defiende la Asociación Socio-Cultural Castilla, y desde cuya interiorización animamos a todos los castellanos de estas 14 provincias a luchar por la dignidad, identidad y respeto para su tierra, la más grande de todas y la más maltratada a su vez.
Castellano/a, unicamente nos queda finalizar, afirmando: Es la hora de Castilla