Por Inocente García de Andrés
Si no tienes esperanza en el futuro de nuestros pueblos, no leas estos apuntes. Hay que leerlos con la fe y el amor con que han sido escritos. Parecería como que, estando lejos, desde la infancia, del rincón de que nos vio nacer y viéndonos cada día más metidos en la gran ciudad, sintiéramos con más intensidad el amor del pequeño rincón donde están nuestras raíces y nuestros sueños de tranquilidad.
Tenemos que acabar para siempre con la desolada imagen de tantos pueblos y aldeas que mueren para siempre al borde de los caminos… con sus lomas grises o rojizas y su montón de casas vacías, junto a la torre o la espadaña de la vieja iglesia.
Castilla ha encallado desde hace siglos, sin que nadie vuelva sus barcos al navegar de la Historia. Gormaz es el mejor símbolo de una Castilla exhausta y desangrada que muere lentamente, con sus desdentados muros y abatidos torreones, como un gran navío anclado en la meseta castellana de ondulados oteros y abruptas sierras que semejan olas […].
Sería triste dejar como herencia hacia el futuro un desierto de polvo y paja en la meseta castellana; arrancar del todo las raíces del solar de nuestros antepasados.
Conservar lo que hemos recibido es un deber con los que nos precedieron, que lo levantaron con tanto sacrificio, y con los que nos sucedan, hombres de la ciudad, buscadores del campo.
Hoy vuelvo con amor hacia esa tierra que no se sabe si duerme o si está muriendo. Si duerme, quisiera despertarla; y si muere, buscaría el milagro de su resurrección.
En Soria hay virtudes que hemos llegado a convertir en defectos. Son el ahorro, que frecuentemente convertimos en tacañería; y la resignación, que se convierte en pasividad y excepticismo desesperanzado. Quizá sea fruto de la tierra pobre y de las trágicas circunstancias que nos rodean… pero ¿No sería posible salvar al menos algunos de estos pueblos para el futuro?
Extracto introductorio de la obra completa del autor:
GARCÍA DE ANDRÉS, Inocente. «Castilla, cuando los pueblos mueren». Madrid, 1976.