Composiciones a cargo de nuestro socio © Daniel Herrán, a quien quedan reservados los derechos de autor de estas poesías.
Sangrante tierra de Castilla
Y de pronto sentí, rastrojo,
arrastrarse la tierra, roja.
Revolver, sin pan, las arenas
huracanes pardos de brozas.
Resbalarse, aullido, las sombras
por los ecos de los trigales.
Redoblar tan sólo los truenos
sobre quebrantados portales.
Rodar, desplomadas, las piedras
de viejas casas temblorosas,
y reñir la firme espadaña
contra una nada pesarosa.
Y vi, con dolor en los ojos:
el recio, bermejo estandarte,
apresado de arisco viento
y desgarrado por el aire.
Y con la tierra que corría,
estiradas, prietas cadenas,
echaban al aire, escarlata,
las entrañas de mis venas.
Clamor contra la muerte del olvido y el ostracismo
Que ha de venir la agonía
y han de venir la perdición
y la muerte absolutas,
dice el runrún del silencio.
Mas yo digo:
¡Cuando claudique ante la vida,
vendrá sin freno la muerte
desde el frente!
¡Mas no será! ¡No será!
¡Porque es éste
un vivir vividicado!
¡Un aliento que insufla aliento!
¡Porque guardo el arrojo
en el pecho!
¡Encierro
un hálito firme
para morir gritando!:
¡La vida en Castilla!
No duerme
Y no duerme la tierra roja;
no duerme, no duerme.
Ni duerme el viento que ulula;
no duerme, no duerme.
Ni duerme la espiga acometida;
no duerme, no duerme.
No duerme cuando se alzan
las lanzas del frío.
No duerme cuando aploman
las alas tordas del bochorno.
No duerme.
Siempre estremecida,
siempre erizada,
siempre latente;
siempre en suspiro.
Siempre.