Objetivo: recuperar la rosa de Castilla

Por Víctor Vela
Extraído del original en El Norte de Castilla

Rosa de Castilla o ‘rosa gallica’
Todo kilómetro es poco para regar la ilusión con la que la asociación Amigos del Pisuerga ha abonado su último proyecto: recuperar la rosa de Castilla, la especie autóctona que parece condenada a desaparecer frente al empuje comercial de los esquejes llegados de otros países. Es difícil competir, por ejemplo, con la rosa asiática, capaz de florecer durante varios meses. La castellana, más austera, se reserva tan solo para unos días. Precisamente estas semanas finales de mayo y primeras de junio. Y después, se retira. «Dura tan poco que al final no interesa ni plantarla ni cultivarla ni venderla», dice Luis Ángel Largo, presidente de Amigos del Pisuerga. Así que apenas quedan ya rosales con la denominación de origen castellana. «Desde 1860 ya hay noticias de híbridos. Ya entonces se buscaban fórmulas para que durara más tiempo la flor… y eso hizo que se perdiera la pureza de la rosa». Ahora, Luis Ángel, junto a otros compañeros, anda embarcado en una campaña para hallar por la provincia esquejes o restos de esta rosa puramente castellana, sin hibridaciones. «Y no es nada fácil. Hay que dar con rosales antiguos, de esos que algunas familias tienen plantados en alguna finca, en alguna huerta, y que han ido pasando de generación en generación. Son los rosales que quizá cuidó el abuelo de un abuelo y que ahí continúan». Dicen que han hallado posibles muestras en dos pueblos del entorno de Rueda… y se han recorrido de punta a cabo el cementerio del Carmen por si hubiera algún ejemplar.

El colectivo ha renovado este año el empeño después de localizar un documento de finales del siglo XVI en el que se encargaba a un boticario la compra de 500 libras de rosa de Castilla «de las que se producían en Río de Olmos». Este era, precisamente, el paraje en el que desembarcó Santa Teresa de Jesús a su llegada a Valladolid. «Y como este es el año teresiano, hemos pensado que sería un buen momento para rescatar esta flor del olvido», apunta Largo.

Litografía de la rosa de Castilla
La primera intentona tuvo lugar hace once años, cuando se trajeron algunos ejemplares desde Amsterdam. «El problema es que no era la rosa de Castilla pura y ya presentaba hibridaciones». Esta rosa se cultiva desde entonces en el vivero municipal, en Renedo, con el objetivo de que una mayor producción permita su plantación en varias zonas de la ciudad, especialmente en La Rosaleda. También se han traído varios ejemplares de un museo botánico de Milán.Dos de ellos se plantaron en el patio interior de la parroquia de Santo Domingo de Guzmán, en el Cuatro de Marzo, por su cercanía con Río de Olmos. Otras dos se llevaron a las inmediaciones del Pisuerga y otra más llegó hasta el Jardín Botánico de Madrid. «Tenemos muy buena relación con Germán Gallego, el jardinero mayor, quien nos está ayudando a localizar ejemplares originales de esta flor», reconoce Largo.

¿Y cómo saber si ese rosal es claramente de la rosa de Castilla?La característica más clara es precisamente esa corta floración.«Este año, como además ha hecho muy buen tiempo, se ha adelantado, así que si se trata de una rosa de Castilla no durará muchos más días», apunta el presidente de Amigos delPisuerga. Además de eso, explica que «el tallo se parece un poco más al de una zarza, en arbustos bajos, de no más de un metro de altura. Se nota sobre todo en los pétalos. Esta es más tupida, tiene más hojas. El pétalo es redondo, aplastado y lo más característico es su intenso olor… y el color rosa». La asociación recibe a través de su web (www.amigosdelpisuerga.com) las comunicaciones sobre la ubicación de estos rosales.

La mayor parte de las rosas actuales comparten genes con esta ‘gallica’, de origen silvestre, la más antigua que se conoce. Lo complicado es dar con una pura. Y en eso andan. En recuperar ese rosal que fue típico en el sur de Europa, sobre todo en los jardines medievales (y con importantes usos medicinales). «El problema es que, como la flor dura poco, la gente los va arrancando y los cambia por otras más duraderas». Lo curioso, explica Largo después de ahondar en la historia de esta flor, es que aunque casi desaparecida en Europa, es más fácil de encontrar en América. Hernán Cortés la llevó al otro lado del Atlántico. «Por eso hay constancia en los aztecas y la vinculación que luego ha tenido con la Virgen de Guadalupe, en México», remacha.