Por Víctor Vela
Extraído del original en El Norte de Castilla
El colectivo ha renovado este año el empeño después de localizar un documento de finales del siglo XVI en el que se encargaba a un boticario la compra de 500 libras de rosa de Castilla «de las que se producían en Río de Olmos». Este era, precisamente, el paraje en el que desembarcó Santa Teresa de Jesús a su llegada a Valladolid. «Y como este es el año teresiano, hemos pensado que sería un buen momento para rescatar esta flor del olvido», apunta Largo.
¿Y cómo saber si ese rosal es claramente de la rosa de Castilla?La característica más clara es precisamente esa corta floración.«Este año, como además ha hecho muy buen tiempo, se ha adelantado, así que si se trata de una rosa de Castilla no durará muchos más días», apunta el presidente de Amigos delPisuerga. Además de eso, explica que «el tallo se parece un poco más al de una zarza, en arbustos bajos, de no más de un metro de altura. Se nota sobre todo en los pétalos. Esta es más tupida, tiene más hojas. El pétalo es redondo, aplastado y lo más característico es su intenso olor… y el color rosa». La asociación recibe a través de su web (www.amigosdelpisuerga.com) las comunicaciones sobre la ubicación de estos rosales.
La mayor parte de las rosas actuales comparten genes con esta ‘gallica’, de origen silvestre, la más antigua que se conoce. Lo complicado es dar con una pura. Y en eso andan. En recuperar ese rosal que fue típico en el sur de Europa, sobre todo en los jardines medievales (y con importantes usos medicinales). «El problema es que, como la flor dura poco, la gente los va arrancando y los cambia por otras más duraderas». Lo curioso, explica Largo después de ahondar en la historia de esta flor, es que aunque casi desaparecida en Europa, es más fácil de encontrar en América. Hernán Cortés la llevó al otro lado del Atlántico. «Por eso hay constancia en los aztecas y la vinculación que luego ha tenido con la Virgen de Guadalupe, en México», remacha.