Crónica de la ruta por el Cañón del Río Lobos 11/06/2016

La ruta parte del área recreativa “Casa del Parque” situada junto a la carretera SO-920, pasado el pueblo de Ucero, como a un kilómetro de éste. Existe un aparcamiento con paneles indicativos desde el que se tiene una bella panorámica del castillo de Ucero, que visitaremos a la vuelta.

En el punto de partida decidimos tomar la llamada Senda de las Gullurías con el propósito de que el recorrido sea circular, lo cual es ventajoso porque hace la ruta más amena y permite al caminante apreciar distintos ecosistemas en un área de pocos kilómetros cuadrados. El inicio es un poco duro porque el camino se empina rápidamente para ganar altura, unos 250 metros de desnivel, y que se hace más pesado por el sol y el calor, pero cuyo trazado se sigue sin dificultad alguna, pues está perfectamente marcado e indicado.

 

En esta primera etapa no hay mucha sombra porque la vegetación es la típica del páramo de esta zona de Castilla: sabinas no muy desarrolladas y matorral mediterráneo. Enseguida, al ganar altura, se pueden contemplar amplios horizontes al SW, y la línea donde termina el bosque y empiezan a predominar los campos de cultivo de la meseta.

Junto a esta senda de las Gullurías se pueden apreciar restos de antiguas caleras, hornos donde se obtenía la cal viva procedente de las rocas de la zona y con la ayuda de la leña del entorno.

Antes de iniciar el descenso hacia el cañón, nos detenemos en el mirador de las Gullurías, con panel informativo, a nuestra derecha (hay que abandonar la senda principal unos metros) desde el que se tienen unas vistas extraordinarias de una parte del Cañón del río Lobos y de las tierras más al norte, hasta los Picos de Urbión.

Empezamos a descender con bastante rapidez y los pinos empiezan a sustituir a las sabinas. Se trata del pino serrano o pinus pinaster, que marca sobremanera esta zona del Sistema Ibérico soriano y burgalés, y que da nombre a pueblos como Hontoria del Pinar (en el otro extremo del cañón) o Rabanera del Pinar. Nos encontramos con algún quejigo y plantas con unas flores bellísimas, gracias a la época del año y a las copiosas lluvias de esta primavera.

Cuando finaliza el descenso y nos aproximamos al río Lobos, el paisaje se abre y da lugar a un nuevo ecosistema muy diferente a los que hemos visto hasta ahora: el río con sus meandros, rodeado de prados verdísimos, juncos, nenúfares, árboles de ribera como los alisos y álamos, también olmos que se están replantando bajo los auspicios de un programa específico de recuperación llevado a cabo por la Dirección General de desarrollo rural y política forestal del Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente. Enseguida llegamos al camino que discurre paralelo al río, y lo tomamos para dirigirnos a nuestra izquierda, hacia la ermita de San Bartolomé. Estamos rodeados por los farallones del cañón, y sobre nuestras cabezas sobrevuelan sin descanso los buitres leonados.

A los pocos centenares de metros, siguiendo el bonito camino que discurre junto a las orillas del río lobos, vislumbramos a lo lejos la majestuosa ermita de San Bartolomé, de unas dimensiones superiores a las correspondientes de una simple ermita.

Se trata de una ermita de estilo románico de transición al gótico, de influencia cisterciense y coetánea con la catedral de El Burgo de Osma, cuya construcción se puede datar de hacia 1230 en adelante. El exterior de la ermita tiene un aspecto genuinamente románico, pero ya se adivina el gótico en lo apuntado del arco de la portada, la bóveda de cañón apuntada y las ojivas góticas del ábside. Apenas ha sufrido alteraciones desde su construcción, por lo que se trata de uno de los edificios religiosos más representativos de la provincia de Soria por su magnífica arquitectura.

La planta es de cruz latina, con tres capillas: la Mayor, con retablo barroco e imagen de San Bartolomé con su espada, patrón de los curtidores, la sur llamada del Santo Cristo con un retablo también barroco que en estos momentos se encuentra en Valladolid para su restauración, y la sur o de la Virgen de la Salud.

Ambas capillas laterales presentan sendos óculos o pequeñas ventanas redondas románicas de extraordinaria belleza, con estrella de cinco puntas que representa el Pentateuco y cinco corazones que significan la estrecha conexión entre el corazón, la Fe y la razón del hombre. En la capilla de la Virgen de la Salud, ante el retablo de estilo barroco con la figura de la Virgen y el Niño, sobre el pavimento, destaca una piedra con roseta en bajorrelieve, o flor del agua. Dícese que el creyente que se yergue sobre esta piedra recibirá un chorro de energía telúrica y sanadora. El que escribe estas palabras no dudó en situarse sobre la piedra.

Debido a su imponente aspecto, su ubicación en un lugar tan recóndito y rodeado de parajes bellísimos habitados por el hombre desde hace miles de años, se ha creado una aureola de misticismo y esoterismo alrededor de este edificio tardorrománico del siglo XIII. Afortunadamente, los tres pueblos vecinos de Ucero, Herrera de Soria y Nafría de Ucero se reúnen en romería en esta ermita a finales de agosto el día de San Bartolomé. Desde esta Asociación Castilla siempre aplaudiremos la cooperación de los pueblos de nuestra tierra en el mantenimiento de sus tradiciones. La unión hace la fuerza.

Tras la visita a la ermita, subimos hacia el espolón rocoso sobre un meandro del Lobos para ganar altura y obtener una vistas panorámicas inmejorables sobre la ermita y sacar a relucir nuestro orgullo castellano.

Seguimos subiendo unos metros para encontrarnos con un accidente kárstico impresionante: un gran ojo calizo esculpido en la roca que nos permite obtener unas vistas panorámicas sobre ambos lados del espolón rocoso. Aprovechamos este magnífico palco de la Naturaleza en las alturas para almorzar.

Volvemos sobre nuestros pasos para visitar la Gran Cueva o Cueva de San Bartolomé, situada al otro lado de la ermita, prácticamente en frente de ésta. Sus dimensiones son sobrecogedoras y catedralicias, con varios centenares de metros de profundidad y una sección transversal que se va reduciendo a medida que vamos penetrando en su interior. Se han catalogado pinturas rupestres en su interior, lo que da una idea de los remotos orígenes del poblamiento humano en estos parajes.

Con el objeto de hacer la ruta circular y transitar por paisajes siempre cambiantes, seguimos el curso del río aguas abajo hacia Ucero por una pista sin desnivel en el fondo del cañón, la conocida como Senda del Río, que llega hasta el paraje de Cueva Fría, donde se encuentra un aparcamiento. Aquí cogemos un sendero que vadea el río mediante piedras sobre las que hay que saltar, y que se dirige por un paisaje espectacular de praderas fluviales, remansos, cárcavas, bosques…, las imágenes valen más que mil palabras.

Finalmente, tras pasar junto a un camping que el día de la ruta estaba cerrado, llegamos de nuevo al aparcamiento de la Casa del Parque, completando una ruta circular de unos 12 kilómetros.

No satisfechos con lo realizado y con afán de aprovechar el día al máximo y el estupendo tiempo atmosférico, decidimos hacer una incursión al castillo de Ucero, para lo que hay que cruzar el pueblo homónimo y subir por una calle muy empinada que termina en una especie de plazuela donde dejamos los coches. De ahí hay que acceder al castillo a pie, y la verdad es que merece la pena.

Se trata de un castillo en bastante mal estado de conservación, aunque se han hecho trabajos de restauración, principalmente en la torre del homenaje, el elemento arquitectónico más bello y mejor conservado. Su construcción y uso, como casi todos los castillos, ha sufrido varias fases, desde la inicial en el siglo XII hasta el XVI, época de su máximo esplendor. A continuación entró en decadencia y sufrió dos graves incendios en los siglos XVIII y XIX. Desde 1966 pertenece a Patrimonio Nacional tras un acuerdo con la Iglesia, antigua propietaria. Quedan en pie las murallas, que forman varias líneas concéntricas (hasta tres murallas en el SW, frente a la torre del homenaje, y sólo una hacia el N, la parte con el terreno más favorable para la defensa). La entrada al recinto, típicamente tangencial a la muralla, está restaurado, y se conservan parte de los cubos defensivos de la muralla principal. En el interior no queda ninguna construcción, tan sólo ventanas y los huecos donde se encastraban las vigas de madera. No queda ningún muro ni cubierta interior, salvo la mencionada torre del homenaje, que al que escribe le recuerdan las atalayas gallegas de granito. En su exterior se pueden ver espectaculares gárgolas y en el interior la bóveda ojival con un agnus dei, que algunos asocian con los Templarios, que tuvieron fuerte presencia en la comarca.

Finalizamos el día visitando la monumental, señorial y magnífica villa de El Burgo de Osma, donde tomamos un refrigerio con las últimas luces de un día esplendoroso de junio.

La provincia de Soria es una de las grandes desconocidas y olvidadas de Castilla y de toda España. Su potencial paisajístico, ecológico, deportivo, gastronómico, cultural y monumental es increíble. No dude el lector en visitar esta provincia en cuanto se le presente la ocasión. No saldrá defraudado.

Texto: José Ignacio Martínez
Fotos: Juan José Marigil y José Ignacio Martínez