ALMUDENA RICO / Septiembre 2019
Caballar es un pueblo de la serranía segoviana muy conocido por la riqueza de sus huertas y sus fuentes, que conserva una tradición antiquísima y única en la provincia de Segovia: las “Mojadas de los Santos”.
Ésta responde a la tradicional costumbre de hacer rogativas en épocas de pertinaz sequía, recibiendo aquí el nombre de “mojadas” y desarrollándose con un ritual peculiar al que va intimamente unida la fe y devoción de sus gentes.
En este pueblo de menos de cien habitantes existe toda una tradición de siglos con historias y milagros alrededor de las figuras de sus santos mártires.
Según reza la tradición, los musulmanes decapitaron en el siglo VIII a dos jóvenes cristianos, Valentín y Engracia, hermanos de San Frutos, patrón de Segovia. Esto ocurrió en el paraje de la Dehesa donde está la fuente en la que arrojaron las cabezas que posteriormente los vecinos encontraron, siendo veneradas y custodiadas desde entonces en la iglesia de Ntra. Sra. de la Asunción. En el interior del templo, bellísimo ejemplo del románico segoviano, hay una capilla dedicada a los dos santos donde se encuentra la urna con los cráneos de los hermanos mártires, a los que se atribuye el milagro de la ansiada lluvia al sumergirlos en el agua de esta Fuente Santa.
Cada año el primer domingo de septiembre Caballar celebra la tradicional romería en su honor, una cita que pone de manifiesto el sentimiento religioso y festivo de los caballerenses en torno a la figura de sus santos.
Al toque de campanas las reliquias son sacadas en procesión desde la iglesia románica situada en lo alto del pueblo, hasta la dehesa en la que se encuentra la Fuente Santa y la ermita en honor a estos santos, trayecto en el cual las jotas se van sucediendo al son de dulzaina y tamboril hasta llegar a la pradera donde se celebra la misa.
El momento más esperado por todos los asistentes es sin duda la veneración de las reliquias, durante la que se entonan los cánticos dedicados a estos santos milagrosos. Al finalizar, toda la comitiva hace de nuevo el camino de vuelta a la iglesia, bailando y entonando vivas. Ya en la puerta se subastan los baznos o palos de las andas que portan el relicario que de nuevo se colocará en su altar, donde permanecerá custodiado durante todo el año.
Momento de la misa. Romería 2019 / VICTOR SANZ
Veneración de las reliquias. Romería 2019 / VICTOR SANZ
Los Santos
Los tres hermanos, Frutos, Valentín y Engracia, nacieron en Segovia desde dónde huyeron durante la invasión sarracena, asentándose y viviendo como ermitaños en la zona del Duratón próxima a Sepúlveda. Cuando Frutos murió hacia el año 715, sus hermanos Valentín y Engracia abandonaron el lugar marchándose a Caballar, donde vivieron en la ermita de San Zoilo hoy desaparecida y de la que se conserva únicamente una cruz de piedra.
Allí y al poco tiempo de su traslado los hermanos fueron martirizados por los moros que no consiguieron que renegaran de su fe, cortándoles las cabezas y arrojándolas a una fuente próxima, desde entonces denominada “Fuente Santa”. Encontrados sus cuerpos fueron trasladados junto al de su hermano al priorato de San Frutos, mientras que las cabezas quedaron en Caballar donde siempre se custodiaron en forma de reliquias.
La historia de los santos segovianos la han recogido a través de la tradición oral autores de los siglos XVII y XVIII como Calvete o Colmenares, quien en su obra “Historia de la insigne ciudad de Segovia y compendio de las Historias de Castilla”, cita:
“En cuanto a su martirio, éste se verifica con la bula del Papa Sixto IV…que permanece en la casa y priorato de San Frutos.
Consta en esta bula que Valentín y Engracia fueron mártires. Y además de la tradición constante de esta comarca, de que estas cabezas que están en Caballar son suyas, sus cuerpos están sin cabezas en la casa de San Frutos en nuestra iglesia. Y de estas cabezas nunca se han hallado ni señalado otros cuerpos, conjeturas que mueven a crédito”.
Fuente Santa / A. RICO
Había en Caballar tres ermitas: San Zoilo, Santa Catalina y San Frutos, que fueron desapareciendo hasta que en 1915 el párroco que regentaba la parroquia solicitó al señor Obispo autorización para edificar una pequeña ermita dedicada a San Valentín y Santa Engracia en la pradera junto a la Fuente Santa.
Las tres ermitas jugaron un papel importante en las rogativas de las Mojadas, ya que las procesiones salían de la iglesia parroquial y llevaban un itinerario que las recorría. Primero pasaba por la ermita de Santa Catalina, donde hacían una conmemoración, siguiendo después a San Zoilo, donde se hacían otros rezos, y desde allí se encaminaban directamente a la Fuente Santa. Después de la inmersión de las reliquias, la procesión salía al camino de Carravillar y tras rezar de nuevo en la ermita de San Frutos, continuaba hasta la iglesia.
Las “mojadas”
La “mojada” de las cabezas para pedir la lluvia se ha llevado a cabo siempre que una gran sequía ha azotado la comarca, que comprende las vicarías de Turégano, Fuentepelayo y Pedraza, con nueve pueblos cada una y un total de 27 (aunque según el acta de alguna de ellas, a veces ha variado el número de pueblos, como en la de 1602, en la que consta que participaron 36 pueblos con sus insignias parroquiales).
El pueblo de Turégano es el primero, que a petición de los pueblos de su vicaría, ha de solicitar al pueblo de Caballar y ambos al señor obispo, licencia para celebrar las mojadas. En caso de que con esta primera no haya llovido lo suficiente en toda la comarca, es después la vicaría de Fuentepelayo la que debe de pedirla. Si aun así no hubiera caído agua suficiente, la tradición marca que sea la vicaría de Pedraza la que pida una tercera vez la celebración de la mojada. No era habitual que esto sucediera, ya que siempre ha llovido ese mismo día o en los sucesivos. De hecho este caso de triple mojada aparece documentado tan sólo una vez en los libros parroquiales, y fue en 1896.
Una vez acordada la fecha de su celebración y concedida autorización por el Obispado de Segovia, cosa que no siempre ocurre, el Ayuntamiento de Caballar debe comunicar a los pueblos solicitantes la fecha señalada para la rogativa, y una semana antes se dice en todos los pueblos la novena en honor a los Santos mártires.
Procesión de los Santos 2008 / A. RICO
El día de la “mojada” acuden en procesión a Caballar los pueblos correspondientes de las vicarías con pendones, estandartes y demás insignias de sus parroquias. A cada una de las tres mojadas que se pueden hacer en total, acuden nueve pueblos correspondientes a cada una de las vicarías en el orden en que deben solicitarlo. Primero los nueve de Turégano, luego los nueve de Fuentepelayo y si fuera necesario por último se unirían los nueve de Pedraza. Una vez reunidas las comitivas en la iglesia de Caballar, salen de allí en procesión con las reliquias de los Santos hacia la gran pradera donde se encuentra la “Fuente Santa”.
Allí, después de una solemne misa, comienza propiamente el rito de la mojada. Ante una gran expectación y un silencio sepulcral el sacerdote, a la vez que pronuncia las oraciones rituales, introduce por tres veces en el agua que mana de la tierra, las reliquias con las cabezas de los Santos mártires. Entre tanto la gente reza los llamados “Gozos de los Santos” pidiendo la tan ansiada lluvia. Vecinos del pueblo comentan que cuando el cura mete las cabezas en la fuente, “éstas toman un color rojizo como de carne humana”.
Este hecho parece tener una explicación lógica o científica, ya que se atribuye a dos posibles motivos. Uno sería el hecho de que el paño que forra la base interior de la urna es de color rojo y podría desteñir al sumergirlo en el agua. La otra explicación sería la composición de las sales del organismo presentes en los huesos, que al contacto con el agua produzca ese color rojizo.
Urna con las reliquias de los santos mártires / A.RICO
Las cabezas de los Santos mártires se custodiaron siempre en Caballar con especial veneración, pero dada la pobreza del pueblo no tuvieron un relicario adecuado hasta mediados del siglo XVII, época en que se hizo el que las guarda en la actualidad.
Hasta entonces y según las actas documentadas sobre las mojadas, en 1602 se llevaban las cabezas a la Fuente Santa en “un canastico bueno, pequeño, cubiertas con unos paños ricos” y se metían con el canasto al agua. Por aquél entonces, los cráneos de los Santos se dejaban sumergidos en la fuente, dentro de ese canasto, hasta que habiendo llovido lo suficiente se sacaban del agua. En una ocasión, en la mojada de 1609, empezó a llover por la noche y no lo dejó en varios días, hasta que descubrieron que un pequeño trozo de hueso de una de las reliquias se había desprendido y quedado sumergido en la fuente, por lo que no cesó de llover hasta que lo encontraron y lo sacaron. Desde entonces se sumergían las reliquias sacándolas y llevándolas en procesión hasta la iglesia el mismo día.
En 1610 y sucesivos, consta en los archivos que “las reliquias se llevaban en una cajita con su llave”, hasta que se hizo el relicario de plata donde se guardan y custodian en la actualidad. Este tiene dos espacios separados, el inferior guarda el cráneo de San Valentín y el superior el de Santa Engracia.
Con el paso del tiempo, trece siglos y 33 mojadas después, han llegado hasta nuestros días ya muy fragmentados e incompletos.
Curiosidades y documentación
Siempre que se mojan las cabezas de los Santos, llueve. Según cuentan, aunque el día esté muy claro y no haya asomo de nubes, durante la procesión, durante la mojada misma o en los días sucesivos, llueve siempre, en ocasiones hasta durante varios días. En los archivos se narra con todo detalle, al igual que los vecinos de la localidad que lo han vivido y presenciado cuentan, cómo encontrándose el cielo totalmente despejado y con sol espléndido, éste se cubría rápidamente de nubes y comenzaba a llover.
La primera “mojada” documentada, de la que se conserva acta, es la de 1593, aunque se sabe que hubo algunas anteriores como la de 1558, en la que el coche del propio Obispo Benavides, visitante incrédulo que trató incluso de impedir la celebración de la rogativa y se mofó de lo que pudieran hacer los Santos, hubo de ser sacado del barro por yuntas, ya que el carro en el que iba se atolló bajo un considerable aguacero.
Tras el acta de 1635 no se encuentra ninguna hasta 1737. El motivo será su deterioro o extravío, cosa que se supone así porque se han encontrado documentos de la Comunidad de Villa y Tierra de Pedraza, en los que se habla de los sorteos para el orden en la procesión, entre otras cosas, lo que nos indica que sí se celebraron.
Desde 1737 se encuentra archivado testimonio de todas las mojadas hasta nuestros días. Precisamente fue en la mojada de ese año en la que llovió más copiosamente, dándose el caso de “tener que pasar la noche en la iglesia todos los pueblos, sin poder salir, por cómo caía agua”.
En 1896 fue la única vez que se llegaron a hacer las tres mojadas porque aunque llovió desde la primera, no llovió en todas las zonas como ocurría siempre.
El orden en que se situaban los pueblos en la procesión fue en muchas ocasiones motivo de controversia, ya que todos querían ocupar los primeros puestos, y hubo en muchos casos sus más y sus menos en cuanto al orden, para lo que se comenzó a realizar un sorteo.
La rivalidad era siempre entre Turégano y Muñoveros por ocupar el segundo puesto en las procesiones. Muñoveros, por ser invitado de honor, ostentaba este privilegio, que también exigía Turégano por ser cabeza de vicaría.
¿Pero por qué Muñoveros?
Dicen que en una ocasión tras la celebración de la mojada, y habiendo quedado los huesos sumergidos como siempre se hacía, un vecino del pueblo de Muñoveros que junto a su criado recorría las cinco leguas que separan Segovia de su pueblo, pararon con sus mulas a beber de la fuente, como acostumbraban a hacer en su paso por la dehesa. Al aproximarse las mulas retrocedieron asustadas, encontrando el agua de la fuente teñida de rojo y las cabezas dentro. El criado las cogió y las llevó hasta su pueblo, riéndose y mofándose de lo que ahora harían los Santos. Cuentan que apareció muerto al día siguiente con los huesos al lado. Los vecinos entonces devolvieron éstos a Caballar, disculpándose por lo sucedido y entendiendo que las reliquias debían permanecer en su lugar de origen. Desde ese momento y en agradecimiento, Muñoveros era el invitado de honor en todas las mojadas.
En los libros parroquiales aparecen datos muy interesantes sobre los pueblos que intervenían, el orden procesional, así como milagros e historias de los Santos. Que este acontecimiento milagro-religioso fue siempre conocido y despertaba gran curiosidad, quizá también fe, lo prueba el hecho de que en esos mismos libros parroquiales aparece documentado que Enrique IV y Felipe V visitaron estas reliquias, así como en 1896 lo hiciera la infanta Isabel de Borbón.
Bajada y subida a la iglesia. Romería 2019 / VICTOR SANZ
Conclusiones
En todas las mojadas atestiguadas en los libros de actas aparece el dato de la lluvia. En todas las mojadas ha llovido, durante la procesión, a continuación, o en los días siguientes.
Tan sólo hay tres excepciones: en 1770 no llovió, se piensa que por los debates habidos al echar en suertes el lugar que debían ocupar las insignias; en 1803 tampoco llovió, dándose grandes disputas entre la parroquia de Turégano, y las de Muñoveros y Caballar, que apoyaba a este último. Muñoveros se negó a ir, quedándose en la iglesia sin participar en la rogativa. Tampoco llovió en 1924, de la que existe constancia a través del párroco de Caballar, firmante del acta, que dice: “se observó en gran parte de los concurrentes mucha indiferencia religiosa y en otros, falta de respeto”, achacando a esta actitud de muchos de los asistentes el que en esta ocasión no se alcanzase la lluvia.
Como consecuencia de los problemas por el orden entre los pueblos, se acordó en 1964 que Turégano y Muñoveros entraran en el sorteo como el resto de los pueblos.
La última mojada se celebró en 1992, el día 9 de mayo, en la que como en todas también llovió, a pesar de que ya no se asiste con la misma fe y religiosidad que antes. En esta ocasión, como en tantas, todo comenzó bajo un sol abrasador pero cuando toda la comitiva regresaba a la iglesia comenzaban a ponerse algunas nubes. Sin embargo fue necesario realizar la mojada por segunda vez aproximadamente quince días después, el 23 de mayo. En esta sí llovió, aunque ya la cosecha estaba perdida.
No se ha vuelto a celebrar ninguna desde entonces, quizá porque aunque últimamente se habla de sequía, debe darse una situación extrema para que se justifique su celebración. De cualquier forma, también influirá la gran transformación que el mundo rural está sufriendo en sus formas de vida, no siendo la agricultura el principal y más extendido medio de vida como sucedía antes.
De un total de 33 mojadas que se han celebrado, ha llovido en 29 casos. ¿Casualidad?
Para los escépticos será supervivencia de cultos supersticiosos, para los demás, milagros de los Santos de Caballar.