Los santos de febrero

 

 

Febrero 2020/ ALMUDENA RICO

Ningún mes del año tiene un comienzo tan cargado de simbología y ritualismo como este “Febrerillo loco con sus días veintiocho”, cuyos primeros días han quedado grabados en el alma del campesino como profetas del año que está comenzando.  Desde la antigüedad fueron interpretados como presagios de buenas cosechas y de mayor fecundidad, y aún si rastreamos la etnología de Castilla, encontramos algunas prácticas religiosas y fiestas de origen muy antiguo que han quedado incorporadas a las celebraciones de nuestros pueblos, en muchos de ellos hoy desaparecidas.

Los primeros días de febrero marcan un pequeño ciclo festivo dentro del calendario popular, celebrándose Santa Brígida (día 1 de febrero), las Candelas (día 2), San Blas (día 3) y las Águedas (día 5).

La sabiduría popular ha recordado el santoral de estos días en coplas y refranes:

“El primero Brigidero, el segundo candelero, el tercero San Blas”

(En algunos lugares se decía “…el tercero gargantero”, por ser San Blas el abogado de los males de garganta, como explicaremos después)

Otro refrán dice: “Candelaria a dos, San Blas a tres, adivina qué mes es”.

Preludio de las fiestas de primavera, de las celebraciones de los jóvenes; los días van siendo más largos y según la climatología,(si las heladas son fuertes, si llueve…) o si vienen o no las cigüeñas, será señal de un buen o mal año, de buena o mala cosecha.

Santa Brígida

Una fiesta invernal a medio camino entre el solsticio de invierno y el solsticio de verano, cuando los días son claramente más largos y el clima comienza a ser más benigno.

El primer día del mes de febrero se celebra esta festividad que entraña una serie de valores folklóricos y etnográficos reseñables y que debió de tener más complejidad en otras épocas, pero que con el paso de los años fue perdiendo diversos elementos en la mayoría de los lugares. En estas celebraciones precursoras de la primavera tienen un destacadísimo protagonismo las organizaciones de mozos, con las peticiones de aguinaldo, las rondas por el pueblo en la víspera, las cuestaciones de comida la mañana siguiente y la celebración de una merienda en común por la tarde.

Si algo caracteriza especialmente esta fiesta de Santa Brígida era el tradicional toque de campanas de la víspera. La noche del 31 de enero los mozos subían al campanario de la iglesia para hacerlas sonar a poder ser durante toda la noche, acompañados de una o dos arrobas de vino y a veces algo de pan y escabeche, que siempre ayudaba a que se hiciera algo más corto. Éste actuaba como ritual y conjuro y si no se hacía se consideraba un mal presagio.  Tenían las campanas esa noche un sonido especial, el mismo que cuando se acercaba una tormenta, el “tente nube”, con el que mientras se tocaban, todos los vecinos repetían por lo bajo:

 

“Tente nube, tente tú / que Dios puede más que tú.

Si eres nube ven acá / si eres piedra tente allá”

 

Con esto se le encomendaba a la santa el cuidado de las cosechas guardando a su vez este rito, antiguas reminiscencias paganas de fecundidad.

Al día siguiente los mozos realizaban una cuestación casa por casa dando la serenata con almireces y hierros, portando uno de ellos que iba vestido de anciana, una rueca y un uso a modo de hilandera. La gente les ofrecía huevos, chorizo, jamón y tocino, con lo que posteriormente hacían una merienda.

El simbolismo de la anciana hilandera se da en muchas comparsas y comitivas de las fiestas invernales sobre todo del norte, pero nunca relacionado como en este caso con la figura de la santa. Esa caracterización como una anciana enlutada y su representación, no corresponde a los atributos históricos de Santa Brígida, sino más bien a una costumbre de la zona que acompaña a estas fiestas.

Quizá este significado y simbología se pueda poner en relación con antiquísimas tradiciones en torno a divinidades hilanderas dueñas del destino, de la salud y de la vida de los seres humanos como las moiras griegas, las parcas romanas, las nornas germánicas o ciertas diosas-madres del ámbito céltico.

La antigüedad e importancia de esta celebración para la gente del campo se refleja en ordenanzas concejiles ya del siglo XVII, así como en diversa documentación parroquial de algunos lugares, en los que este día era fiesta de guardar. Encontramos referencias en algunas comarcas de León, Palencia o Valladolid.

El día de la fiesta de Santa Brígida no se podía trabajar al existir sobre tal fecha un voto impuesto por el concejo con el acuerdo o al menos con el beneplácito del clero local, por el que se exigía a los vecinos que guardaran dicho día «como si fuera fiesta de precepto de la Iglesia»,con imposición de una multa a quien no respetara el voto. Señala Alonso Ponga que los votos de villa eran fiestas dedicadas a honrar a un santo o a la Virgen, en cuyo honor se celebraba una misa pagada por el concejo. Durante ese día los vecinos tenían prohibido trabajar, pero también los forasteros tenían vedado realizar labores dentro del término municipal afectado. Este autor señala que este voto venía a ser «una especie de consagración del ámbito rural, personas, animales y demás enseres agrícolas a una divinidad, en acto de sumisión y acción de gracias, por un lado, y, por otro, en un intento propiciatorio para pedir futuros bienes y cosechas».

            En Segovia no es ésta una celebración muy arraigada, dándose en este caso los elementos que explicamos en ella en las tradicionales “fiestas de quintos” que también se celebran en el mes de febrero en la mayoría de los pueblos.

Tan sólo existe un pequeño pueblo llamado Fuentepiñel, donde el 31 de enero los vecinos se reúnen en torno a una hoguera que se enciende cada año en honor a Santa Brígida. Se desconoce cuándo y cómo llegó a esta pequeña localidad segoviana la devoción por esta santa, como tampoco se sabe con exactitud el año en que pudo construirse la ermita primitiva, pero sí que en 1632 recibía donaciones testamentarias, y que la imagen que en ella se conserva se hizo en el año 1730. Con la Desamortización a mediados del siglo XIX, pasó a ser sostenida por la piedad de los fieles y actualmente es de propiedad municipal.

Cada año la víspera del 1 de febrero al caer la tarde, los vecinos encienden una hoguera junto a la ermita, que se mantiene encendida durante horas en las que se reparten bollos, pastas y vino a todos cuantos se acercan a disfrutar del festejo. En los últimos años se ha convertido en costumbre cenar en torno a la “luminaria” a base de carne y patatas asadas aprovechando las ascuas. La celebración termina con el canto de la Salve en el interior de la ermita, delante de la imagen barroca.

 

En la ermita de Santa Brígida. Fuetepiñel 2019. EL ADELANTADO

 

Las Candelas

El día 2 de febrero se celebra la llamada popularmente fiesta de las Candelas o Candelaria, una de las más antiguas de la Iglesia que unde sus raíces allá por el siglo VIy que es considerada la fiesta de la luz simbolizada por velas. El origen cristiano de esta fiesta está en la conmemoración de la Purificación de la Virgen a los cuarenta días después de haber dado a luz y la presentación de Jesús en el templo, según prescribía la ley mosaica.

En Castilla, muchos pueblos celebraban en este día misa y procesión, llevando las mozas (normalmente dos, mayordomas de la Virgen y que cumplieran ese año la mayoría de edad) velas encendidas y ofreciendo al sacerdote en el altar una vela y una tarta, mientras las otras entonaban estrofas acordes con la celebración que no variaban demasiado de unos pueblos a otros.

 

El día de las Candelas,

el día dos de febrero

sale la princesa a misa,

la gran reina de los cielos.

Apártense los señores

hagan campo para atrás

que va la princesa a misa

en su carro celestial.

Ya se presenta en el templo

la madre de los amores;

viene a ofrecer a su hijo,

el redentor de los hombres.

A ofrecer sube María

con su divino Jesús

y de ofrecimiento lleva

dos tórtola y una luz.

Las tórtolas son palomas

que por pobre le ofrecistes,

que por ser madre de Dios

un cordero no tuvistes.

Humíllese el sacerdote,

también se humilla María,

al recibir esta tarta

y esa candela encendida.

Vuelve señora a tu trono

donde estuvistes primero,

mira que es mucho volar

desde el altar a los cielos.

Da salud al señor cura

que tenemos en el pueblo

y a los demás feligreses

que también lo estamos viendo.

 

En alguna ocasión se ofrecían palomas o pichones que después se soltaban, en recuerdo de las que presentó María en el templo para redimir a Jesús, como primogénito suyo, de la consagración al culto divino según lo exigía una antigua obligación.Generalmente se colocaba también una vela entre las manos de la Virgen que está en andas, encendiendo con la llama de la candela todas las demás velas que portaban el resto de jóvenes y mujeres durante la procesión. Se juzgaba por esa vela si sería un buen o mal año, si la vela se apaga durante la procesión es señal que el año será malo, pero si la vela no se apaga es augurio de buena cosecha.

Entre los primeros cristianos fue una fiesta de gran solemnidad ésta de las Candelas, la cual a fuerza del rito ha conservado la costumbre prácticamente intacta hasta nuestros días.

En la provincia de Segovia son varios los pueblos que celebran esta fiesta, prácticamente con los mismos simbolismos y significado, conservándose en algunos incluso Cofradía de la Virgen de las Candelas.

Es el caso del barrio segoviano de Hontoria (antes entidad independiente), de la que esta Virgen es la patrona. Como tal, cada año celebra esta festividad nombrando a la “madrina”, para lo que se recurre a una vieja lista donde desde antiguo se inscribía a las mujeres. Durante la procesión la Virgen con la vela encendida es custodiada por cuatro “alabarderas” que portan según la tradición, sus ancestrales defensas talladas en el siglo XVIII. Junto a ellas la madrina saliente va portando un cetro de plata que luego cambia a la actual por el de madera que ésta lleva.Durante toda la celebración la madrina lleva agazapados en una cesta, dos pichones que finalmente son ofrecidos y puestos en libertad.

 

Paloteo en Hontoria ante la Virgen de las Candelas. G.HERRERO

 

Durante toda la fiesta no falta la tradicional música de dulzaina y tamboril y las antiguas danzas y paloteos, perdidos hace años y recuperados recientemente (2017) con mucho esfuerzo y compromiso por parte de los participantes. Estos son los primeros del calendario festivo anual.

Lo mismo ocurre en el caso de Aguilafuente, donde este año se cumplen 40 años de la recuperación de los mismos, perdidos en los años 50 y que en 1980 un antiguo danzante supo tararear y transmitir a quien aún sigue enseñándolos y dirigiendo los distintos grupos que existen actualmente. Este año por ser el cuarenta aniversario se ha hecho un llamamiento a todo el que, habiendo paloteado en algún momento desde su recuperación quisiera participar, reuniendo un total de 80 personas. Los paloteos para los “aguiluchos” (foráneos de Aguilafuente) son mucho más que una tradición, se trata de algo que llevan con orgullo y sentimiento de pertenencia. Son varios los paloteos recuperados que antaño se hacían en la localidad, hasta un total de catorce, y que interpretan al entrar en el templo y durante toda la procesión. Recientemente han recuperado también una danza que se ejecutaba únicamente en esta festividad de las Candelas, la danza de “la Cruz” y que presentaron en el Teatro Juan Bravo de la capital el pasado mes de diciembre.

 

Paloteos a la Virgen de las Candelas en Aguilafuente. CUELLAR7

 

En el pueblo vecino de Fuentepelayo también se mantiene la tradición de las Candelas, encendiéndose la noche anterior hogueras a la puerta de las dos madrinas, que se mantienen encendidas durante toda la noche. Aquí a las madrinas las acompañan cuatro “llevadores” que ya desde el día de Reyes y cada fin de semana, recorren las casas del pueblo invitándoles a bollos, hasta la víspera de la fiesta en que deben acudir a la casa de las madrinas para “pedirlas” a sus padres recitándolas unos versos. El día de la fiesta los músicos van recogiendo a los llevadores (ataviados con capa y sombrero) y todos juntos finalmente a las madrinas (con el traje de segoviana y mantilla de casco), para dirigirse la comitiva hasta la iglesia donde encienden las velas que acompañarán toda la celebración. Un día que trata de mantener la tradición en esta localidad en la que en ocasiones por falta de jóvenes, han sido los mayores los protagonistas, los que hace casi cincuenta años “fueron de las Candelas” y vuelven a serlo para tratar de que no se pierda la fiesta.

 

Procesión de Las Candelas. Fuentepelayo. EL NORTE DE CASTILLA

 

También en Cuellar se celebra desde hace siglos esta fiesta, en la que los protagonistas son los hermanos de la antigua Cofradía de la Virgen de las Candelas, con su mayordomo elegido cada año y que ostentará el cargo hasta el año siguiente. Es la iglesia de San Andrés la sede de la cofradía y donde se encuentra la imagen de la Virgen que ese día se saca en procesión acompañada de los de las varas, del mayordomo, el hermano mayor y el resto de cofrades. Durante la misa se ofrecen los dos pichones y la tarta que tradicionalmente se ofrecen en esta festividad, además de seis velas de las cuales la última es ofrecida por la mujer del mayordomo y todo ello bendecido por el cura. Algo llamativo durante el ofertorio es lo que los cuellaranos llaman “el rodillín” que son tres genuflexiones que realizan los cofrades portando las andas de la Virgen. Después todos disfrutan de un refresco que antiguamente el mayordomo ofrecía en su casa y llamaban “morteruelo”, que según se cree consistía en productos de la reciente matanza.

 

Cofrades en la Iglesia de San Andrés de Cuellar.ESCUELLAR

 

Y el tercero San Blas

Terminando el refrán con el que comenzábamos este reportaje llegamos al día 3 de febrero y a este Santo que nos recuerda que “Por San Blas la cigüeña verás…”, algo que habremos oído en multitud de ocasiones. Una fecha festiva con carácter especialmente estacional sobre todo para la gente del campo, que esperaba puntualmente la llegada de estas aves de buen agüero, ya que “…si no la vieres mal año tuvieres”. En la actualidad no podemos fiarnos mucho de este refranero que tiene como protagonistas indiscutibles a estas aves migratorias que cada vez vemos más durante todo el año.

 

 

Pero quizás por lo que más fama alcanzó San Blas entre el pueblo fue por ser abogado de los males de garganta, popularidad que parece ser proviene de que un niño a quien se le había clavado una espina de pescado en la garganta sanó por su intercesión. Alrededor de esta creencia se practican una serie de ritualismos que merece la pena destacar. En algunos lugares de se bendicen ciertos alimentos y bebidas como para que estos tengan carácter terapéutico, colocando en la mano del santo cuelgas con caramelos, rosquillas, etc. atados con cordeles o cintas, por las que la gente puja para tratar de conseguir, en la creencia de que estos alimentos les protegerá de los males de garganta. De ahí que en otros lugares esos cordeles hayan adquirido ese valor en sí mismo, las famosas «gargantillas» de San Blas.

En el pueblo segoviano de Riaza encontramos una particularidad y es que se trata de una fiesta tradicional de los hombres, especialmente los cazadores, que se reunían este día en el paraje de Hontanares y allí, tras dar una batida de caza mayor, asistían a misa y luego comían (caldereta de bacalao y careta de cerdo asada). Parece ser que en la antigüedad San Blas era invocado como patrono de los cazadores. Hoy en día se mantiene esta tradición.Desde hace años se juega al anochecer a un juego de cartas llamado «los montones» y también es costumbre pasarse por el cuello la rosca que porta el Santo en su brazo derecho para evitar así afecciones de garganta.

En Migueláñez existe la Cofradía de San Blas y cada año celebran al Santo convocando a las Asociaciones de capistas de toda España para pasar una agradable jornada de convivencia luciendo la tradicional capa.

Tan solo dos días después, el 5 de febrero, es la festividad de Santa Águeda. La fiesta por antonomasia de las mujeres que agrupadas toman el mando de los pueblos en un día lleno de celebraciones y actos en los que ellas son las absolutas protagonistas. Sin duda es el pequeño pueblo segoviano de Zamarramala el lugar de toda la geografía castellana donde se celebra esta fiesta con mayor fastuosidad y elementos folklóricos que se han mantenido con mimo hasta nuestros días.

Tradicionalmente son estos primeros días de febrero cuando se celebran en todos los lugares las fiestas de “los quintos”, muy arraigadas aún en nuestros pueblos entre los jóvenes que cumplen la mayoría de edad. Manteniéndose muchos de los ritos y simbolismos de antaño, pero cambiando poco a poco ese carácter estrictamente masculino y adaptándose a los nuevos tiempos con la participación de chicos y chicas, de quintos y quintas.

Todas estas celebraciones junto a los próximos carnavales van marcando el final del invierno y el paso a la primavera que espera con nuevas fiestas, celebraciones y tradiciones que seguir siendo rescatadas y mantenidas en el tiempo.